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Mensaje  Nimm♥ Mar Mayo 01, 2012 10:41 pm

El mundo está dividido en grandes potencias: Alemania, Francia, Inglaterra y España son los países que dominan todo. El resto de la tierra ha sido repartida, y ahora son colonias de esas potencias.
Inglaterra y España se enrolan en una guerra terrible, y toman aliados. Miles de personas son llamadas a la guerra o se enlistan voluntariamente en filas. Una de esas personas es Alec Bings, un “relojero” joven de una colonia inglesa, especializado en mecánica fina. Es callado y taciturno, así que toma un compartimento vacío del tren que lleva a los campos de batalla para poder hacer el viaje sin hablar con nadie. Pero no le sale muy bien, ya que apenas empieza el viaje un mecánico llamado Bec, proveniente de una colonia francesa, entra a su compartimento alegando que no tiene dónde más sentarse. Alec se siente molesto por lo que considera una intrusión, pero no puede hacer nada así que lo deja pasar. El francés entra, con la firme intención de molestarlo por ser un relojero pelele, y realmente lo logra.
El tren tiene problemas técnicos y ha de detenerse. Alec, que desde hace un rato ha estado sintiendo molestias en las manos, se quita los guantes y las pone a contraluz. Esto revela que sus manos y parte de sus brazos son hechos de fina maquinaria de relojería, cubiertas de piel sintética. Bec lo nota y maravillado le pregunta si es obra suya. Alec contesta que sí, algo sorprendido de que a un mecánico le interese, y Bec pide ver los cálculos.
Alec considera que no puede hacer daño y le pasa su libreta. Está llena de complicadas ecuaciones y fórmulas con algoritmos, que a Bec le parecen simplemente sexys. El tren recobra movimiento y Bec pasa el resto del viaje admirando a Alec. Éste se siente ciertamente halagado, pero no deja que le importe ya que Bec sigue siendo un simple mecánico.
El viaje termina y llegan a los campamentos, donde se separan. Alec va a enlistarse en las mesas que han puesto para ello, al centro del campamento. La fila está compuesta más que nada de mecánicos como Bec, que entablan una pelea en la que Alec por accidente se ve envuelto. De repente siente que alguien lo jala sacándolo de ese problema: es Bec, que lo ha visto todo.
Alec agradece a regañadientes y se pierde entre la gente, dejando caer entre las prisas una pequeña esfera metálica. Bec la recoge para quedársela, pues le gusta el diseño que tiene. Se la lleva a su carpa para estudiarla bien y descubre que es como una cajita de música, con una melodía triste y muy ornamentada. Dentro, tiene grabada una frase sobre el pasado. Bec se siente intrigado y algo triste, y decide devolver la esfera a ver si se entera de qué iba.
Al llegar a la carpa de Alec lo encuentra desempacando, y entre sus cosas hay un piano portátil que el relojero está ensamblando. Bec le da la esfera, que Alec casi le arranca de las manos con sorpresa y aprensión, aunque agradecido. El relojero le pregunta si quiere algo más y el mecánico pide que toque una canción al piano, pero Alec se niega súbitamente enojado y a la práctica le dice que se largue. Bec se va, pero amenaza con regresar.
Al pasar de los días se vuelven a encontrar y Bec lo invita a una copa en el bar que los soldados han improvisado. Ahí, Alec le cuenta que no sólo sus brazos son mecánicos: él mismo, desde la cintura hasta el cuello, es un trabajo de relojería, fuelles y cableado. Más aún, le muestra que en vez de piel ahí tiene liso cristal que deja ver el hermoso mecanismo. Bec se admira mucho ante esto, pero se pregunta qué es lo que le ha pasado al relojero para acabar así.
Alec, en vez de pedir alcohol normal, pide alcohol industrial. Al preguntarle el mecánico por qué, Alec responde que está buscando convertir el alcohol en energía con una especie de caldera que se ha instalado muy dentro. El bartender les entrega a ambos lo que pide, y empiezan a beber. Alec confirma que su experimento funciona, pero queda muy mareado por la fuerza del alcohol y Bec lo tiene que ayudar a regresar a su carpa. Lo deja en la cama, y se va.
Así van pasando los días, en los que ellos sólo podían verse de noche pues el resto del tiempo la pasaban en la guerra. Bec iba a las filas del frente, reparando las máquinas rotas, y Alec estaba en la enfermería trabajando junto a los médicos para remplazar las partes perdidas de los soldados por partes mecánicas como las suyas propias.
En uno de esos días Bec va sin avisar a ver al relojero, y escucha desde fuera una melodía muy queda y triste que Alec tocaba en piano. Al entrar el mecánico a preguntar el relojero se sobresalta, y lo guarda todo mandando que se vaya. Más curioso aún, Bec se retira y vuelve a la noche siguiente. Ahí es cuando decide seducir a Alec, que en años no se ha abierto así a nadie, y con éxito termina llevándoselo a la cama. Al finalizar, Alec le pregunta a Bec si lo quiere. El mecánico, extrañado, le responde que sí por responder y ya.
Al día siguiente Alec le ofrece tocarle algo en el piano. Al terminar la pieza, el relojero decide contarle a Bec sobre su pasado.
Él era huérfano. Había vivido desde siempre en una especie de orfanato especial, para niños con habilidad en el arte de los mecanismos. Una comunidad de científicos, por así decirlo. Era una casa blanca, amplia, con una colina al lado en la cual se levantaba una alta torre reloj. Alec era muy feliz pues vivía con gente que lo quería, que tenían las mismas ideas que él y que apoyaban sus ganas de saber. Incluso tenía una persona especial, hermano y amante.
Pero todo eso había terminado por accidente, por su culpa. Un experimento iniciado por Alec había terminado terriblemente mal, y en la explosión murió toda su familia. El único que quedó vivo, pero herido casi de muerte, fue Alec. Con las fuerzas que le quedaban se arrastró hacia el taller de la torre reloj y empezó a remplazar, lenta y dolorosamente, sus órganos dañados por partes mecánicas. Tres semanas le tomó restaurar todo, tras lo cual se levantó y corrió colina abajo llamando a gritos a su gente, a su amado. Pero nadie había sobrevivido, ni siquiera la casa se había mantenido en pie.
Se decidió entonces a cerrar la verja de la propiedad, cerrarla para siempre y no volver a salir. Nunca podría recobrar lo que por su descuido había perdido, a su familia y a su corazón. No podría, y no creía que jamás pudiera remplazarlo. Desde entonces había vivido para recordar el pasado, arrastrándose en el presente y lamentando el futuro.
Al terminar de oír el relato, Bec se siente mal por el relojero. Ahora entiende por qué se muestra tan cerrado y hostil. Se acerca a él y lo abraza, prometiéndole que sí puede volver a tener todo lo que perdió y que él se lo dará. Se van a dormir juntos, abrazados. Antes de caer dormido, Bec nota que Alec ha hablado de todo menos de su anterior pareja, pero no le presta mayor atención.
Ahora los días son más largos y más angustiantes, y las noches se sienten siempre como la última noche. Y es que la guerra se ha intensificado; los mecánicos se juegan la vida en el frente, y los relojeros no tienen un segundo de descanso. Las carpas enfermería son un infierno de gritos, llantos y muerte.
En medio de ese caos trabaja Alec con su compañero, un doctor llamado Franz que proviene de una comunidad alemana. Él toma de paciente a un joven soldado llamado Nathan, que ha resultado herido en combate pero no tanto como para necesitar un implante. Cuando el soldado ve al médico se enamora de él, pidiéndole que lo bese. Franz sonríe y lo hace, pensando en el bienestar de su paciente, y al terminar con su tratamiento lo manda al pabellón de descanso.
A la noche, Franz va a visitar a Nathan. Así se conocen más: Nate es hijo de un general, y en realidad quiere seguir repostería pero está atascado en la guerra. Franz viene de una familia más o menos numerosa, y se ha enlistado en la guerra para aliviar el dolor de los otros. El médico se queda al lado de su paciente hasta que éste se duerme. Así pasan algunas noches en las cuales ambos entablan una amistad rayante con el romance, hasta que llega el día en el que Nathan ya está curado y debe volver a combate. El soldado se despide, no sin un beso, prometiendo que volvería y cocinaría para él, para poder enamorarlo.
Mientras tanto, Bec ha sufrido una herida en combate pero no le ha hecho caso porque quería llegar rápido a donde su Alec. En cambio llega con fiebre, y se tira en la cama de su carpa exhausto. Alec va a buscarlo y al verlo en ese estado le lava las heridas y se las venda, tratando de bajarle la fiebre con paños fríos y reprochándole el descuido. Cuando sale a por más agua, Bec curiosea por la habitación y en una de las maletas de Alec ve la fotografía de el mecánico, más joven, rodeado de varias personas con pinta de científicos y junto con un alegre chico de cabello celeste que le está diciendo algo para hacerlo reír. Aquel debía ser el especial, del cual hablaba antes Alec.
Al día siguiente, ya un poco mejor, Bec besa apasionadamente a quien ahora es su novio y sale de la mano con él. En el camino se encuentran con un general, que conversa con Bec y lo llama Teddy. A Alec le da curiosidad, pero no dice nada y siguen su camino. Bec está ahora más posesivo y protector con su Alec, casi gruñéndole a cualquiera que lo mire de más y marcando su propiedad con una nalgada bien dada. Tras eso, se despiden con un beso y van a la pelea.
En el frente, Nathan ha resultado herido por una explosión. Lo llevan de emergencia a donde Franz, que ve apenado que tendrán que remplazarle un brazo y un ojo. Al no tener anestesia suficiente, la operación es hecha lo más rápido posible. Para Franz es muy difícil ver a Nathan así, pues desde que lo conoció lo ha tenido fijo en la mente, preocupándose de lo que le pudiera pasar. Quemando las heridas para esterilizarlas, Franz le hace prometer que no morirá pues aún tienen que enamorarse. Nathan escucha y aguanta como puede toda la operación. Cuando terminan lo mandan al pabellón de descanso, y tras de él va Franz.
La recuperación de Nathan es lenta, pero segura. Sin embargo durante esos días Franz lo ve poco, pues parece que es el último asalto del enemigo y el más duro. Tanto Alec como Bec no se ven en ese tiempo. Por fin llega el día en que acaba la guerra, coincidiendo con la recuperación de Nathan. El soldado y su doctor se besan, agradecidos por seguir vivos, y toman juntos el tren de regreso a la ciudad. Sin embargo Alec no sube, pues está preocupado por Bec.
El mecánico no aparece por ningún lado y nadie lo ha visto. Va a preguntar a la carpa, donde hay gente celebrando y lamentándose, y un mecánico triste por haber perdido a su pareja le dice que el equipo de Bec fue víctima de un ataque y que debería ir a ver si no estaba en la lista de fallecidos. Alec se alarma y va, pero a medio camino se encuentra con el general.
Este le confirma lo que teme: de Bec no se ha encontrado ni el cuerpo, y le entrega un collar que él siempre usaba. Alec lo toma, se lo pone al cuello y se arrodilla llorando en el suelo. El general le dice que será mejor que tome el tren, pues es el único, y lo deja solo. Tras unos minutos Alec deja de llorar y va a tomar sus cosas para subirse al tren, con la idea de quitarse la vida cuando llegue a casa. Ya no quiere seguir, habiendo perdido a su amor dos veces.
Pero Bec no ha sido muerto, sino prisionero. Al intentar huir le pegan un disparo en la pierna y lo arrastran a una base secreta bajo las ruinas de varios molinos. Ahí lo tiran a una oscura celda, donde piensa estar solo y se desespera tratando de huir. Incluso termina dislocándose un dedo.
Desde las sombras escucha una risa, y es que otra persona miraba todo impresionado como si fuera un espectáculo. Bec, sorprendido, le pregunta que cuánto tiempo lleva ahí. El hombre se estira, diciendo que en realidad ya no lo sabe, y se acerca más a Bec. Es más alto y parece cambiado, pero no cabe duda: es el de la foto, es Gene. El mecánico está sorprendido y dolido de que siga con vida, pero de alguna manera feliz. Le propone que se escapen juntos y Gene ríe, saliendo libremente de la celda ante los ojos atónitos de Bec.
Entonces él comprende. Gene está con el enemigo. El otro se sienta al frente de él, al otro lado de una gruesa pared de cristal, y calmadamente le explica todo. Cuando aquella explosión sucedió, él estaba dentro de una caseta estudiando planos. Para aquel entonces él ya tenía claro que quería el mundo para sí mismo, y justo estaba trazando un plan cuando el fuego lo golpeó y lo atrapó dentro de la caseta. Salió herido, sí, pero decidió cambiar no sólo la parte herida sino casi todo su cuerpo a partes mecánicas usando los planos de Alec. Algunos días luego, al terminar, salió con dificultad de ahí llevándose los planos y comenzó paciente a ensamblar su ejército. Por qué no había regresado por Alec? Gene sonrie ante esa pregunta, pero no dijo nada.
Sale de la habitación, apagando las luces y con Bec gritándole que lo mataría por ser un desgraciado, por haberle hecho eso a Alec. Y deja pasar las semanas sin cuidar para nada de su prisionero, hasta que lo ve lo suficientemente débil como para dejarlo ir. Manda a que lo liberen en el medio de la nada, pues puede serle útil luego.
Bec sólo tiene algo en mente: tiene que encontrar a Alec y hacerle saber. Por más débil y enfermo que se sienta, tiene que encontrarlo. Camina por el campo, esperando encontrar alguna villa donde puedan ayudarlo.
Mientras esto pasa, Nathan y Franz han estado viajando juntos ya por un mes. Luego de visitar a la familia de Nathan, Franz invita a su ya novio a pasar el tiempo en su casa. Él vive en el campo con sus padres, su hermano y su esposa, y su sobrina. La familia de Franz los recibe con bastante calidez, sobretodo la niña que parece muy apegada a Nathan y lo lleva a todos lados contándole cosas del folklore de esas tierras. Uno de esos días Franz decide ir al río y ahí encuentra a Bec, lavándose. Franz le advierte que el río está lleno de sanguijuelas y el mecánico sale, alarmado, para desplomarse en el suelo por debilidad. El médico, que ya lo veía venir, lleva a Bec a su casa y ahí lo cuida. Pero no sirve de mucho pues cuando se despierta, los padres de Franz lo confunden con un ladrón y le rompen un jarrón en la cabeza, noqueándolo de nuevo.
El médico y el soldado van a pasear por el bosque luego de almorzar con la familia, pero un fuerte ruido los alarma e interrumpe. Al regresar a la casa ven que un misil ha caído, matando a la esposa de Otto y destruyendo buena parte del jardín. Dolidos y confundidos por éste hecho, pues la guerra ya había terminado y no se suponía que esas cosas pasaran, la pareja (junto con Otto, Bec y la niña) abandonan la casa para residir en la ciudad. Cuando llegan Nathan y Franz se van por un lado, y Bec por otro.
Nos enfocamos ahora en el mecánico. Bec busca por la ciudad el camino a la torre, en frente de la cual se detiene- sin embargo no puede entrar, pues la verja está cerrada con candado, y trepar está fuera de la cuestión. Nota que hay un niño ahí jugando y le pregunta por la torre, a lo que el niño responde que esa torre la habita un hombre extraño al cual nadie se acerca. Pero cuando Bec desvía su atención a la torre, el niño le quita el bolso y echa a correr. El enfurecido mecánico lo persigue hasta perderlo, y amargado se da cuenta de que se ha perdido.
En lo que Bec vaga por la ciudad, el niño y sus dos hermanos lo observan y deciden ver qué más pueden sacarle. El menor se acerca a él con el bolso e inocentemente le dice que se lo ha encontrado. Agradecido Bec le da una moneda, mientras el hermano menor le roba lo que lleva en los bolsillos. Finalmente, el hermano del medio vuelve a quitarle el bolso y escapan entre risas. Ahora Bec está dispuesto a matarlos, y los corretea gritando enfurecido. Un policía algo temeroso lo para pidiéndole que no se altere, pero no funciona y en su ira Bec golpea a un niño que iba en bicicleta. El chico se levanta, lo mira enojado y le tira una piedra. Bec va a responder, pero nota que de repente la calle está llena de niños iracundos que empiezan a tirarles botellas, piedras, basura, latas, todo lo que hay. A los dos hombres no les queda más que huir, algo heridos por el impacto, hasta que llegan a un lugar tranquilo. Ahí Bec vuelve a preguntarle al policía sobre la torre, y él contesta que es un sitio peligroso pero que puede llevarlo de todas maneras.
Pero antes le ofrece descansar en su caseta de policía, y Bec acepta. Van a la caseta y el mecánico se toma un merecido sueño, mientras el policía va a hacer su guardia. El mecánico duerme hasta el día siguiente, en cuando se despierta por unos rítmicos golpes en el cristal. Para su sorpresa es Gene, con una bolsa de pan, diciéndole que va a ir a tomar desayuno con Alec. El mecánico no lo duda dos veces y sale, enfrentándose al genio y tirándolo al suelo. Pero entonces la expresión feliz de Gene cambia y, tomando al mecánico por la ropa, lo lanza contra la madera de la caseta dejándolo inconsciente. Lo último que atina a ver Bec es a Gene, dejándole un pan y diciéndole que no se demore.
Al despertar Bec se va directo a la torre, siguiendo los rastros de Gene. Para su horror ve que la verja está abierta, y corre hacia la puerta de entrada. Al abrirla ve que es un largo camino hacia arriba, con muchas habitaciones y miles de papeles tirados. Mientras sube los va recogiendo y leyendo: planos, cartas, dibujos, hojas de diario, tarjetas de cumpleaños… toda la historia pasada de Alec está en esos papeles. Y en el último piso, Alec está en la ventana rodeado del mecanismo del reloj. Ambos novios se ven, Alec sonríe, y se deja caer.
Cuando Bec llega abajo, el cuerpo mecánico del relojero está destrozado. Pero Alec sigue vivo, y Bec lo traslada adentro para reconstruirlo. La obra le toma un buen tiempo y lo cansa mucho. Al final lo consigue tras mucho sufrir, y cansado se echa a dormir al lado del relojero inconsciente.
Cuando Alec despierta, su mente está en blanco y lo primero que hace es entrar en pánico y caerse de la mesa. Bec se despierta y alegre trata de abrazarlo, pero el relojero lo rechaza y el mecánico se da cuenta de que ha perdido la memoria. Como ve que Alec está casi hiperventilando, decide guardarse para un momento más oportuno el tema del noviazgo y tan sólo le pide que descanse y le dice que esa es su casa.
Alec decide que si va a vivir ahí, va a vivir bien. Va, se viste un poco, y se pone a limpiar alrededor. Le demanda a Bec que lo ayude, y eso es lo que hacen hasta la tarde. Suben y ven todo el desorden de papeles y cuadernos, que de inmediato Alec se pone a ordenar. En lo que están en eso, Bec lee un par de los cuadernos de Alec… que resultaron ser diarios. Tanto suyos como de Gene. Se apresura a hacer el trabajo lo más rápido posible, casi suspirando de alivio cuando el relojero decide ir abajo a arreglar el jardín.
En lo que está trabajando en la tierra, Alec nota que lo miran de una manera un poco extraña. Bec va, los ahuyenta y le explica a Alec que los demás piensan que él es malo. Lo cual, claro, es una mentira como una casa. Luego le dice que no se deje molestar, y que regresará luego pues tiene que ir a hacer unas cosas. En realidad va a pedir que le curen el brazo a una conocida suya, pues en todo ese tiempo no se lo ha lavado ni nada y se le puede estar infectando. Aprovecha además para ir a beber, pues tiene un montón de stress encima por lo que ha tenido que pasar. Entretanto, el día sigue su curso y Alec limpia incansablemente hasta que, ya de noche, escucha unos ruidos en el primer piso. Es Bec, que se ha quedado dormido en el suelo tras toda la borrachera. Alec suspira, lo arrastra escaleras arriba y lo deja en la cama.
Al día siguiente, Bec despierta para encontrar que Gene está en la casa, en la cocina, desayunando con Alec y conversando de cosas banales como si no fuera un genio del mal. Bec se siente tan indignado que hace volar la mesa y derriba a Gene, amenazándolo con matarlo si no se va en ese instante. Gene asiente, algo divertido, y le da una mordida a su pan con mantequilla. Alec entonces procede a empujar a Bec a un lado, diciéndole enojado que no le haga eso a sus visitas, y Gene se va no sin antes susurrar algo en el oído de Alec.
Bec trata de ir tras él, pero ya no hay rastro del genio. Al regresar, le dice a Alec que Gene es malvado. Alec no responde y sube a buscar lo que Gene le ha dicho, un cuaderno celeste. Bec mira por sobre su hombro y en el cuaderno hay un plano bastante detallado para hacer nervios sintéticos. Sorprendidos, y Bec algo desconfiado, ambos mecánicos ponen manos a la obra.
En lo que llevan trabajando unas buenas horas, Bec le confiesa la verdad a Alec. Sobre su noviazgo, lo mucho que se amaban, el cómo se trataban. Alec casi no se lo puede creer, pero lentamente empieza a sentir que lo que decía el otro era cierto- y más cuando Bec se acerca a él y lo besa repentinamente. Su memoria se había borrado, sí, pero su cuerpo no olvidaba y ese beso hace que su piel recuerde lo mucho que le agradan los labios de Bec
Siguen armando los planos en silencio hasta que todo está dispuesto para que Bec le coloque los nervios a Alec. Para esto, tiene que sedarlo primero y llevarlo a la cama después. Por supuesto, aquella noche duermen juntos.
A la mañana siguiente, Alec se levanta y soñoliento va al baño envuelto en una sábana. En el acto rutinario de lavarse la cara, descubre que puede sentir la temperatura del agua. Sorprendido, se mira bien al espejo para ver que en vez de la lisa superficie de cristal de antes, su pecho está cubierto por nueva piel. Es entonces que nota y siente a Bec acercarse tras él y abrazarlo, preguntándole si le gusta cómo ha quedado.
Lentamente, el otro hace recordar a Alec cómo eran las noches que pasaban antes juntos. Lo lleva, pues, a su habitación en lo alto de la torre y empieza a enseñarle. Pero a mitad del acto se siente observado, y algo le dice que es Gene. Así que levanta a su amado y lo lleva hacia la ventana para tenerlo ahí mismo, para que el malvado pueda ver cómo lo hace suyo. Y en ese trance pasan todo el día.
Pero Gene no está disgustado, sino más bien alegre por el éxito de los nervios sintéticos. Para celebrarlo, manda al día siguiente un pastel de fresa llevado por su linda mascota: LeCuac, un pato francés.
El pato aparece temprano en la cocina, donde Bec lo encuentra. El mecánico acababa de despertar junto a Alec, y el relojero le había pedido algo de comer. Es justo en esas que Bec encuentra el pastel, intercambia unas palabras con su compatriota (que se va minutos luego) y delibera sobre si botar el pastel a la basura o entregárselo a Alec. Se decide, naturalmente, por la segunda opción.
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Mensaje  Senpai Mar Mayo 01, 2012 11:13 pm

Perfecto! Pero una aclaración al final, por si alguien mas lo lee XD (nunca se sabe)

"Siguen armando los planos en silencio hasta que todo está dispuesto para que Bec le coloque los nervios a Alec. Para esto, tiene que sedarlo primero y llevarlo a la cama después. Por supuesto, aquella noche duermen juntos.
A la mañana siguiente, Alec se levanta y soñoliento va al baño envuelto en una sábana."

La cosa es que Bec lo pone en la cama, inconsiente, y para jugarle una broma, lo desviste y se acuesta desnudo con él. A la mañana siguiente, Alec amanece todo nervioso porque no recuerda haber hecho nada con Bec. Pero ya, en el baño, luego de abrazarlo y coquetear, le insinua que no han hecho nada desde que él desapareció en la guerra.

Muchas gracias XD
Senpai
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