Libro I: Los Pilares del Imperio

(pinches matemáticas, ésta semana se termina el bloque)

Aelius ya no estaba coqueteando, estaba siendo bastante directo, a la manera de los guerreros. Vinicius levantó la vista, recordando que no debía dejarse llevar. Por más atractivo, dominante, magnético que fuera quien se sentaba frente a él.
Cuando se tranquilizó siguió disimuladamente los movimientos del general. Ya empezaban a lucirse los trazos del alcohol. Si tan solo lograba ganar un par de minutos más, podría salvarse.
Pero para ello tenía que beber.

Terminó de llenar su copa, que aún estaba a la mitad, y empezó. Trató de demorarse en cada trago, no demasiado para no parecer sospechoso sino para dar a entender que lo disfrutaba.
-No es bueno apurar un vino de calidad- dijo a modo de explicación.

Aelius estaba impaciente por hacer suyo a su amigo, pero en realidad tenía razon: el vino había que disfrutarlo.
-Si! Te entien...entiendo... *hic* Tómate tu tiempo con esa copa, ya que será la última de la noche.- Mientras decía esto, Aelius se servía otra copa y la tomaba como si de leche se tratara.
Siguió mirando como Vinicius tomaba el vino, a un ritmo verdaderamente lento y torturoso.
-Pues bien, Vinicius, terminatelo! Se que hay que saborearlo pero se te va a gastar la lengua. Anda, deja ya la copa y acompáñame.- Dijo, tomandolo de una muñeca. -Esta *hic* esta vez no te vas a escapar de mi agarre!-

Vinicius siguió con sus demoras, observando alarmado cómo Aelius consumía el vino. Es decir, estaba bien que bebiera mucho, pero y si se terminaba el vino y no tenía oportunidad de emborracharse lo suficiente? Porque podía ocurrir.
Ante la presión que ejercía el general sobre él, el senador empezó a reconsiderar sus opciones. También era que el vino que él mismo había tomado estaba empezando a surtir efecto muy fuertemente. De repente tomar precauciones no le parecía tan importante. Meh, una vez. Si ambos deseaban, buscaban ese momento... Por qué no?
Dentro de sí, Vinicius sonrió... y terminó el vino.

Sonrió picaramente cuando su amigo parecía estar cambiando de actitud, a una más...festiva.
-Vamos...sigueme... Aunque ya sabes donde quedan mis aposentos.- Se levantó, guiando a Vinicius, y cambiando su posición a una que le permitiera sentir mejor el cuerpo del otro. Soltó su muñeca y en cambio le envolvió un brazo por la cintura.
-No te arrepentirás...*hic*- Caminó, ciertamente no en linea recta, hasta su habitación. Un gran cuarto con paredes de piedra blanca, decoradas con trofeos, medallas y recuerdos de pueblos adonde había viajado antes. Aparte de eso, en la habitación solo se veían los muebles básicos y una gran cama en el centro.

El general dirigió a su amigo hacia esa misma cama, y sin esperar un momento más, lo empujó para que quedara recostado en ella y totalmente a su merced.
-Estás listo?- Preguntó gateando lentamente hacia él en el colchón y metiendo una mano debajo de la toga del otro a como se iba acercando.

El senador dejó que la copa se deslizara de sus dedos cuando Aelius lo levantó para guiarlo hacia la cama. Sí, era verdad, ya sabía dónde quedaba la habitación. Un par de veces se había sorprendido caminando por ahí, preguntándose cómo sería lo que probablemente estaba a punto de experimentar, y ahuyentando luego la idea con vergüenza.

Aunque la habitación no estaba muy decorada, la simplicidad le daba un toque elegante. Tampoco era como que se fuera a estar fijando en decoración por las próximas horas.
Se dejó empujar hacia la cama, sin alejarse, asintiendo y estremeciéndose ligeramente ante el contacto de Aelius. Hace mucho que deseaba que lo tocasen así.

-Que piel tan....suave...- Dijo, arrastrando de nuevo las palabras, a como iba inclinándose para besar el cuello de su amigo.
-Sabes a vino...y a libros...- Ok, eso se lo estaba inventando, pero siempre en el fondo de su mente, imaginaba que Vinicius tenía que oler a libros y pergamino y tinta y todo eso que usa la gente inteligente.
Sus labios lentamente se acercaban a su mandíbula, luego mejillas, para entonces besar la comisura de su boca ...y .... cerrar los ojos y desplomarse encima de Vinicius, totalmente noqueado.
-ZZZZzzzzz...- Inmediatamente comenzó a roncar, acomodándose mejor al cuerpo del otro.
En realidad estaba muy cansado, emocionalmente cansado.

-Mmmm... sí....?- Lo que respondía no era lo que pensaba. Vinicius pensaba en sensaciones. O, más bien, en preludios de sensaciones.
Se concentró en los labios de Aelius recorriendo su rostro, en una senda tortuosa que finalmente tendría recompensa, instando al senador a que buscase al general, que chocase con él, para despedazarse y volver a juntarse en uno, infinitos como el firmamento...
Pero qué difícil era mantenerse alerta, despierto. El vino subía a su cabeza. Sintió al otro apoyarse más contra él, y protegido así entre el general y la cama, Vinicius fue vencido por el sueño.

(fin del flashback, era, no?)

(sip)

*Fin del flashblack* (lol)

Aelius miró a su amigo con una sonrisa picara. Tendría que retomar las acciones de esa noche.
-Pronto será el aniversario de su muerte de nuevo.- Tomó un poco de vino y miró por algunos segundos la copa, reflexionando.
-Creo que este año no podré recordarlo con calma. Marcus, irás de nuevo con tus abuelos a pasar la época.- Cuando su hijo lo miró con reproche, el padre tuvo que explicarse mejor.
-De todas maneras tendré que dirigir otra expedición. No te puedes quedar solo.-
-Déjame ir contigo! Ya conozco la espada y el escudo! Puedo defenderme.-
-No. Eres un niño. Los niños deben hacer cosas de niños. Cierto, Vinicius? Se que estarás de acuerdo que debe estudiar hasta que alcance la mayoria de edad.-

Vinicius dirigió la mirada a otra parte, sumamente avergonzado. Cómo podía el general hacerlo recordar esas cosas EN FRENTE de su hijo?? No era propio, ni siquiera aunque hubiesen estado en privado. Y no iba a volver a repetirse, aunque Vinicius no iba a dejar de ir a cuidar a Aelius como cada año.

Volvió a mirar hacia la mesa con una sonrisa al escuchar la suave pelea de padre e hijo. Era muy lindo ver una familia reunida. Vinicius no tenía primos o hermanos menores, así que no era lo mismo estar en su casa.
-Creo que tu padre habla con prudencia, Marcus. En el campo de batalla no basta tan solo saber sobre escudo y espada- respondió calmado el senador, aunque no se sentía como el indicado de decir qué camino debía el niño tomar, si las letras o las armas.

-Bien dicho, Vinicius. Para llegar a tomar mi lugar, Marcus, debes saber el arte de la dialéctica, necesitas poder hablar con todo mi ejercito y hacerlos sentir héroes, defenderlos, darles confianza! ...Si lo unico que aprendes es a herir al enemigo, serías solo un soldado más.- Aelius acabó su regaño con un sorbo de su copa.
-Pero padre! Solo quiero volver a ver el campo de batalla! Ya me has llevado, no lo recuerdas? Además fuiste tú el que me premió ante mi primer hombre muerto en batalla...asi que pues, necesito practicar!- Dijo con el trozo de carne en la mano, portándolo como una espada.
Aelius casi escupe el vino de la sorpresa. Volteó a ver a su amigo por un momento con algo de culpabilidad. Si bien sentía que los niños primeramente debían estudiar y jugar, no podia dejar de pensar que su hijo tarde o temprano iba a seguirle como general del ejercito imperial y no quería que su primer asesinato (si bien por defensa) fuera dirigiendo su primera guerra, como un novato.
-Umm, si, bueno...pero como te dije, eso no es lo unico que se necesita, hijo mio. Ya aprenderás.-
-Pero...-
-Nada!- Y con eso el chico miró hacia abajo y siguió comiendo.
-En fin. Tampoco es que esto será una guerra, es solo reconocimiento...en el cual Vinicius si irá conmigo, cierto?-

El senador evitó prudentemente evidenciar el leve disgusto en su mirada cuando escuchó a un niño tan pequeño hablar de muertes y guerras.
Vinicius sabía y comprendía que, como un cuerpo que necesita de mente y fuerza, el imperio se componía de diplomacia y milicia. Sólo con las palabras, o sólo con la espada, no se podía lograr nada. Ambas eran dos caras de la misma moneda, a ser usadas con sabiduría y decisión. Pero eso no le evitaba pensar en los asesinatos (consideraba también a las muertes en batalla) eran algo innecesario, al menos para los jovenes. Tenía uno que estar bien formado para soportar algo así.

Olvidó el tema y sonrió afirmativamente, comiendo un poco más. Qué hambre le había dado de repente.
-Aprovecharé para hacer un estudio de cómo van las cosas por esos lares. Mi profesión es algo aburrida, Marcus. No creo que te guste hablar con funcionarios todo el día.-

Aelius se sintió aliviado de que su amigo no le diera más vueltas al asunto, pero bien sentía que luego Vinicius le hablaría de como criaba a su hijo. Esperaba que lo olvidara, ya que nunca podía hacer caso omiso de alguno de sus regaños.
-Hmmm...- Marcus no dijo nada más, a como había perdido las esperanzas de ir de campaña con su padre. Solamente siguió comiendo y manchandose la cara como todo niño lo hacía.
-No será nada especial. Además, si es solo una excursion, eso significa que puedo traerte regalos, Marcus.-
La mirada del chico automaticamente se encendió. -Enserio? Lo harás, padre?-
-Si lo digo es porque lo haré, niño. Ahora termina pronto y vete a estudiar.-
Ya con eso lo tenía en la mano. Los niños eran fáciles de manejar, ya que se contentaban con cualquier cosa, por eso era que no queria imaginar lo que sería su hijo cuando llegara a la adultez.

(Si quieres adelantamos al dia de la campaña 8D o como quieras, no se si querias abarcar algo mas...)

(adelantemos!)

Estudiar era todo lo que los niños hacían. Vinicius recordó que sus padres nunca le habían dado demasiadas horas de estudio, para que pudiera jugar con los hijos de sus esclavos.
"-Estás arruinando a ese chico-" les decía la gente, sobretodo la tía-abuela que era insoportable. Pero ellos sonreían y asentían, y seguían criando a Vinicius como mejor les parecía. Gracias a ese contacto con los demás, Vinicius aprendió desde muy pequeño a moverse bien con todas las clases sociales. A hablar con cuidado y elocuencia, a comportarse, a ver a la gente por su valor real más allá de su casta.
-Ya que le comprarás algo, Aelius, aprovecharé yo también para conseguir algunas cosas que me faltan en casa. Podría mandarlas a comprar, pero prefiero verificarlas yo mismo- pensó en voz alta el senador, finalmente terminando de comer.
No iba a ser un viaje tan largo si iba con Aelius. El tiempo obraba de maneras misteriosas en su compañía.

(<3)

*****

Los días pasaron. Tambien pasaron varias semanas. Hasta que el día de la campaña llegó.
"Alistaré las tropas, Vinicius, y luego pasaré a recorgerte una hora despues del amanecer." Le habia dicho, para que estuviera listo. Y asi fue justo como pasó.
Aelius se levantó mucho antes que comenzara el dia, se despidió de su hijo con un beso en la cabeza y lo dejó al cuidado de sus sirvientes para que lo llevaran a la casa de los padres de su difunta esposa. Luego no perdió el tiempo hasta llegar al campamento para organizar las raciones, armas y soldados. No iban muchos, solo como 80 hombres, divididos en 20 arqueros, 40 infantes y 20 caballeros. Lo necesario en caso de un ataque sorpresa, o una revolucion de civiles.
Como prometió, indicó que los soldados esperaran afuera de Roma junto con los animales de carga, para asi poder ir por su amigo. Aelius llegó con un caballo ya armado con montura para él.
-Vinicius! Amigo, ya es hora de irnos!- Dijo apenas llegó, en manera de saludo. -Espero que estes preparado.-

Vinicius, sentado en el patio, bostezaba y se frotaba los ojos tratando de despertarse completamente. Era verdad que sabía que iba a tener que irse ese día, pero aún no calaba en su mente que tuvieran que partir a esa hora tan temprana. Aelius era un exagerado.
El senador no iba a llevar muchas cosas, porque eran más las que tenía que comprar en el viaje y era mejor ir descargado.

Salió de su casa reprimiendo un bostezo para que Aelius no lo molestara como siempre que lo veía con sueño, pero sus ojos lo delataban.
-Buen día, Aeliussss-bostezó. No pudo contenerse. Había estado toda la noche tratando de dormir, sin éxito.
-Sí, llevo un par de días preparado....-

Aelius frunció el ceño, algo molesto.
-Eres un perezoso, Vinicius! Como puedes estar con sueño todavía? De seguro te quedaste leyendo toda la noche!- Lo regañó. Luego se volteó a unos soldados y les ordenó que empacaran las cosas que su amigo llevaba en uno de los animales de carga.
-Y tengan cuidado!.... Bueno. Eso es todo, amigo mio? Eres sabio. Hay que viajar ligeros!- Dio la vuelta y caminó hacia su hermoso caballo blanco y otro café con leche que traia al lado. Tomó las riendas de los dos y le dio las del caballo café.
-Es mejor irnos lo antes posible. Si esperamos, nos toparemos con civiles que querrán interrogarnos o se asustarán. A nadie le gusta comenzar el dia viendo como el ejercito se mueve hacia alguna región en secreto.-
-Señor!- Se acercó un soldado. -Está listo. Estamos preparados. El comandante envió un mensaje. Dice que sus tropas están listas para partir en la segunda muralla.- Aelius asintió y se dirigió a Vinicius de nuevo.
-Listo para una aventura?- Preguntó, dándole una palmada en el hombro. Luego tomó las riendas de su caballo y lo montó con agilidad.

"No soy perezoso", pensó el senador mientras caminaba hacia su caballo, "son las tres de la mañana eso es lo que es."
Aunque la verdad, Aelius tenía razón. Si los civiles los veían se alarmarían en vano. Y no pasaba nada, al menos nada que hubieran descubierto, tal era el fin del viaje de reconocimiento.
-Si tengo que ser sincero, amigo, espero que no sea tanto una "aventura". Las aventuras implican peligros- pensó en voz alta mientras se subía al caballo, -y por lo que han estado hablando mis colegas, las manifestaciones de a poco están aumentando... En violencia y en número. No es lo suficiente para llegar a oídos de nuestros ciudadanos, pero pronto lo será.-

Fiel a su palabra, Vinicius mantuvo a Aelius al tanto de las reuniones del senado durante todo ese tiempo. El acto de los rebeldes parecía no respetar nada, ni siquiera a los dioses! Incendiando templos y persiguiendo vírgenes vestales. Cuánto tiempo hasta que persiguieran a su propia sobrina? En una carta de su hermano, éste le comentaba que la chica parecía feliz en su trabajo. No quería que eso se arruinase.

-Te doy la razón amigo. Es por eso que estamos tomando medidas.- Con esa oración se silenció y comenzó a escuchar lo que tenia que decir Vinicius al respecto, incluyendo noticias y sospeches.
Al llegar una hora antes de la comida del medio día, los soldados pararon y los comandantes de cada platón bajaron de sus caballos, todos al lado de una pradera.
-Este es un claro normalmente usado para darle agua a los caballos, Vinicius.- Dijo, al bajar de su propio corsel al lado de un riachuelo. (pesima en geografia) -Todos! Respiren rapidamente, no nos quedaremos lo suficiente!- Gritó, y sus palabras pasaron de boca en boca hasta llegar al ultimo soldado.
-Pues si, amigo, como te decía. Se sabe que hoy habrá una revuelta en uno de los templos de Apolo. Es por eso que mandé tropas a vigilar. Y esta vez no será solo para defensa. Ordené que mataran y apresaran al menos disturbio.- Sonaba drástico. Pero para acciones drásticas, se necesitaban medidas drásticas. -Asi no volveran a ocacionar tanto problema...O por lo menos hasta que volvamos.- Dijo, tomando un pedazo de carne seca del uno de los bolsillos de su caballo, mientras el animal bebía el agua fresca del rio. -Come algo, que no nos detendremos hasta llegar. Y eso tomará por lo menos toda la noche de hoy.-

Pensando en el templo de Apolo, Vinicius buscó distraídamente en sus propias cosas y sacó un racimo de uvas que había mantenido dentro de una jarra de agua (así sabían mejor). Empezó a comerlas una a una, sin pelarlas. Las verdes eran sus favoritas. Mientras tanto su caballo, que estaba empezando apenas a acostumbrarse a su nuevo jinete, bebía agua tranquilamente como los demás.

-Es una pena que se tenga que derramar sangre en suelo consagrado a los dioses- comentó el senador. -Esperemos que Apolo comprenda las razones. Y en todo caso, si dejan a alguien vivo, me gustaría poder hablar con él. Talvez pueda persuadirlo mejor con palabras que con la espada.-
No era, claro, que menospreciase el método militar: ni pensarlo! Pero a veces, en el caso de los líderes rebeldes, era mejor usar la elocuencia.

Vinicius bajó de su caballo a llenar de agua una de sus jarras, y también a lavarse, ya que no se quedarían por mucho tiempo y le gustaba estar limpio.

-Ha! Pues amigo mio, vamos a ver a quien dejan vivo mis hombres.- No es que no le gustara dialogar, pero este problema de los rebeldes ya tenia bastante tiempo. Era justo ahora que debian ser estrictos. -Que Apolo perdone sus acciones.-
Terminó su comida rápida y se lavó en el rio como lo estaba haciendo su amigo. -Por cierto, espero que hayas traido comida que no...que no se arruine tan facilmente.- Rió el general. Le gustaba ver las maneras elegantes de su amigo.

Un comandante llegó junto a ellos. -Mi general. Consejero.- Saludó.
Aelius se secó rápidamente y le señaló al comandante que continuara. -Se desea revisar la ruta.- Dijo. Aelius asintió y el comandante abrió un gran mapa que traia en sus manos.
El general comenzó a explicar el camino a travez del valle y la desviación de Praeneste hacia Tusculum, para luego llegar a Anagria. Era un recorrido más extenso, pero el paso estaba bloqueado por la construcción de un nuevo puesto militar. Era para inspeccionar a los viajeros antes de llegar a la capital.
-Aquí cruzamos el rio en dos partes. Una por el sur y otra por el sureste. Desde allí es solo media parasanga hasta la ciudad. Comprendido?-
-Si, señor!- El comandante enrolló el mapa y se retiró.
-No te había explicado el trayecto, Vinicius. Vamos a tardar más de lo esperado. Por lo menos dos semanas.- Se volteó hacia su amigo y terminó de beber un poco más del agua del rio.

*1 parasanga=10 kms

(me siento más sabia)

-No se va a arruinar. Así guardo yo mis verduras, y nunca me falla- aseguró Vinicius, que tenía el máximo cuidado en materia de comida. Le gustaba llevarse a la boca sólo bocados que supiesen bien. En eso sí se permitía ser exigente, hasta quisquilloso. Uno es lo que come, después de todo.
El senador dejó que los militares observasen la ruta, mientras dirigía la mirada al camino ya recorrido. No se veía más la ciudad. Ni aunque hubiese querido volver habría podido. Lo más probable es que hubiese acabado perdido en alguna parte, muriendo de hambre unos días luego. Recordó que antes, cuando los caminos no estaban tan marcados, los viajeros tendían a desviarse- a veces fatalmente.
Como estaba pensando en transporte público, Vinicius tardó unos segundos más de lo normal en pensar lo que acababan de informarle.

-Dos semanas??- La mitad de un mes?? El senado iba a poner la ciudad de cabeza para ese entonces. Ayy, por qué no tenía ningún aprendiz a quien dejarle a cargo su puesto de orador?
-Y de regreso será lo mismo, no...? Necesitaremos más comida...- susurró preocupado, pensando en las provisiones para todos. Incluía los animales, claro.

(Senador! XD Y yo le puse consejero, ya lo corrijo...)

Aelius miró al otro, frunciendo el ceño. Se puso de pie y señaló a todos los hombres detrás de él.
-Vamos, Vinicius, por cuantos años crees que he hecho esto? Claro que estamos preparados!- Se acercó a una de las mulas de carga que tambien estaba tomando agua con su caballo. -Aqui hay suficiente para todos, incluso si tu no trajiste suficiente. Y en todo caso que se arruinara, o faltara, preví pasar por uno de los puestos militares, cerca de Tusculum.- Le habia echado un discurso, pero había sentido que su amigo le acuchilló su orgullo como general. Es decir, por alguna razon se habia merecido ese rango.

-Muy bien, todos!- Se volteó apenas acabó, para dirigirse a sus soldados. -Es hora de irnos! Misma formación!- Y la voz pasó de nuevo como antes lo habia hecho. -Bien, amigo mio. Monta tu caballo de nuevo, que ahora el viaje será largo.-

(lo amerita: es mi juego favorito de PC https://www.youtube.com/watch?v=1wtK_qLR3Hg )

Sabiendo que había obrado mal, Vinicius se aguantó todo el sermón y asintió mansamente sin querer pelear por un tema así.
-Me alegra que seas tan previsor- lo tranquilizó, cogiendo algunas de sus uvas y comiéndolas sin quitarles la cáscara. Sabía atraparlas en el aire, pero un truco así no se había en público y mucho menos por un senador.
Montó pronto a su caballo y emprendió el camino tras Aelius, entonando una canción para sus adentros. Viajar se le hacía tedioso si no podía cantar y pensar en cosas de estado.
Aprovechó el tiempo para contemplar dos o tres escenarios políticos, y para consolidar alianzas hipotéticas que beneficiarían grandemente al Imperio. Y, claro, en los rebeldes. Pensó mucho en el fuego revolucionario generado en el interior. No lo comprendía. No era un Imperio particularmente sanguinario o injusto con su pueblo, respetaban las opiniones ajenas, llevaban sabiamente las guerras... Qué tenía descontentos a los rebeldes?

Aelius, de vez en cuando era detenido por uno de sus subordinados, preguntando futuras estrategias, dándole informes sobre los soldados y una que otra cosa más. De esta manera pasó una semana, hasta que, como previsto por nuestro general, pararon en un puesto militar que se encontraba al lado de un pequeño pero establecido pueblo. Además de esto, si recorrían unas millas, se encontrarían en Tusculum.
Pues, hicieron un campamento entre los cansados soldados y compraron más alimentos para los que habían perecido por el calor o bien, por la inmensa hambre diaria de los militares.
Una vez acomodados y con carne en el fuego cociéndose, se sentaron en pequeños grupos a disfrutar el tiempo libre. Unos con citaras al son de alguna vieja canción y otros con vino para aplacar el cansancio.
En el caso del general Aelius, su tienda de campaña fue rodeada por una hoguera y una gran mesa donde descansaba un mapa de la región, y el cual estaba decorado por alfileres marcando puntos estratégicos de ataque, puntos peligrosos y de posible descanso.
-Aquí, cerca de las colinas de Bola.- Dijo, señalando con otro alfiler el punto. -Coronel?-
-Ya veo...con que al norte, ah? Pero general, es una misión de reconocimiento...y más que todo hacia Praeneste, porque tantas precauciones?- Respondió un hombre de mediana edad, con espesos bigotes negros.
-Por los rebeldes. Tengo el presentimiento que esto no será una simple visita. Por alguna razón el emperador ordenó tantas tropas, no es cierto?-
-Si hubiera peligro alguno, mi general, ya nos hubiera llegado alguna noticia al respecto.- El coronel puso sus manos atrás de la espalda, decidido a mantener su posición.
-Aunque no sea por algun peligro, me gusta el elemento sorpresa. No quiero que el gobernador sea avisado.-
-Es que acaso no le habian enviado una carta?-
-Si, en la que describía la hora y el día en que llegaríamos. Nadie ha corrido la voz sobre el atraso de otra semana más.-
-Entonces quisiera utilizar este atraso en favor a su "elemento sorpresa"? Me parece innecesario. Ellos están más que precavidos de nuestra llegada. Tanto el gobernador y los ciudadanos como de los criminales.-
-En efecto, mi querido coronel, pero repito: ellos nos esperan para el día de mañana. No para dentro de una semana. Esto podría significar un gran cambio y un fallo en la seguridad de la ciudad. Si tomamos este camino solo nos retrasaremos medio día.-
-Perdida de tiempo si consideramos el desvío que hemos tomado y por el cual se originó la tardanza!-
-Ya veo que no cederá en usar otro camino que no sea el principal... Vinicius.- Llamó el nombre de su amigo. -Que opinas?-

Vinicius se encontraba parado contra la pared de la tienda, observando en silencio la conversación y pensando. Se alejaba un poco del tema, pero sus pensamientos aún eran relevantes: más que en el elemento sorpresa, el senador estaba meditando sobre un aproximamiento más diplomático. La violencia genera violencia, como una piedra que al caer en un lago de superficie lisa lo llena de ondas que alertan a los peces. Y aunque concordaba con que los rebeldes eran peligrosos y debían ser aproximados con cautela, no estaba muy seguro de querer iniciar una situación de riesgo.

Así que, cuando se oyó llamar, ya sabía qué responder. Pero lo hizo despacio, aún pensativo. No le gustaba hablar de golpe.
-Creo, Aelius, y no te lo tomes a mal, que si bien es prudente acercarse con cuidado a un grupo así deberíamos también observar no comportarnos abiertamente agresivos. Tomar el desvío del camino principal nos haría menos vulnerables a ataques rebeldes, pero más sospechosos. Sin embargo, confío en tu instinto. Y ya hemos tenido noticias de un par de revueltas que no fueron nada menores. Ataques a los templos, y tal. En una situación corriente pensaría que es mejor acercarse por el camino principal, es más formal, pero ahora hay que ser algo más protectivps de nuestra gente y recursos.-
En resúmen le estaba diciendo que sí, que fueran por el otro camino.

En explicar eso, Vinicius se tardó un par de minutos. No era un orador muy rápido, porque pasaba sus ideas mil veces por un colador.