CAPÍTULO I

(WOOT)

El día pasaba lentamente, el segundero en el antiguo reloj de pared resonaba por toda la biblioteca, mientras el conde seguía con la vista un risueñor que volaba cerca de la ventana. Intentó poner su atención en el libro que desde hace una hora trataba de leer, pero desistió luego de escanear ligeramente los primeros párrafos y darse cuenta que no recordaba de qué trataba ese capítulo.
Él no se consideraba un demonio fácil de distraer; sin embargo, hoy el aire se sentía diferente. Era como si los minutos duraran más de lo normal, lo que lo hacía recordar aquel tiempo, aquel desierto infinito, aquella tortura insoportable.
Ya comenzaba a sentir un leve dolor de cabeza, eso era señal que era tiempo de un descanso.
-Carus.- Llamó en voz suave. Tenía la certeza que sus sirvientes siempre estaban atentos a sus comandos.
Varios segundos después, el sirviente golpeó la puerta, y luego procedió a entrar a la biblioteca, poniendo atención a su amo. -Quiero ir a tomar el té en el jardín del norte, haz las preparaciones.-
-Si, señor.- Fue todo lo que respondió Carus. Salió por la puerta, y diligentemente, junto con otro sirviente, armaron una bandeja con una tetera, una taza y varios bocadillos ligeros.
Belzaias salió al jardín luego de un tiempo, y se sentó a contemplar los árboles y las hojas que caían, escuchando el sonido relajante del agua de la fuente en el centro del jardín.
De repente se percató que las hojas caían muy lentamente al suelo, casi detenidas en el tiempo. Volteó a ver a sus sirvientes, quienes se veían sorprendidos de la misma manera al ver las hojas. Fue hasta que por un segundo las hojas se detuvieron por completo, una fuerte estática se sintió en el aire, se oyó un estallido en el cielo, y algo cayó precipitadamente en la fuente, haciendo un gran escándalo. Con esto, las hojas terminaron de caer normalmente. Sus sirvientes se sobreslataron, otros dos salieron al jardín para ver qué había pasado. Belzaias se puso de pie rápidamente, listo para arremeter contra lo que sea que había caído.
-Todos ustedes, entren y póngase a salvo en la cocina.- Sus fieles sirvientes entendieron y no dudaron en seguir sus órdenes.

Hace solo unos minutos, la mayor preocupación de Loue Rosenbaum era su final de microbiologia y cómo equilibrarlo con sus turnos en la tienda. No hay manera de pagar la universidad sin el trabajo; es un infierno trabajar con los cursos de la universidad encima. Estos son los pensamientos que rumiaba para si, adentrándose en la calle que llevaba a su edificio.
Un suspiro le hizo cerrar los ojos, frotandose la sien en desesperación. ¿Cuándo se le ocurrió no seguir una carrera técnica? Ya estaría formado y podría buscar un mejor trabajo. En cambio, especializarse en ornitologia había sido una completa estupidez. Toda su ropa era de segunda o de hace años, y el lugar donde vivía.... Mejor no pensar en aquello.

Cuando abrió los ojos para cruzar el callejón hacia la puerta de atrás de su edificio, se encontró con que este estaba muy oscuro. Más de lo normal. Maldiciendo en su mente, y abrazando su mochila por si intentaban asaltarlo, el joven empezó a cruzar con una mano pegada a la pared. El callejón era corto. La puerta debía estar solo a unos metros-

Eso fue lo último que pensó antes de caer en la nada, de sentir el suelo y paredes desvanecerse a su alrededor y un viento aullar en sus oídos. Gritó, naturalmente, su voz ahogada por el rugido alrededor.

El golpe que se dio no fue tan fuerte como lo esperaba. Sólo no había contado con agua. Se sintió ahogar y buscó levantarse, con el terror momentáneo de que tal vez no habría un suelo bajo él o aire encima. Pero pronto logró sacar el rostro fuera del agua. Tosiendo, abrió los ojos a una luz que no esperaba-- a un paisaje que no podía ser.

El humano se quedó quieto, como un ciervo frente a las luces de un auto, observando el bien cuidado jardín y cielo azul a su alrededor. Se le ocurrió, en su estupefacción, que no había visto un parque así en años.

Una vez que todos estuvieron a salvo, se acercó a la fuente con cautela. No pudo ver bien lo que había caído, pero sospechaba que podría ser un ataque del Conde de Dávilas. No era extraño ver a varios demonios agruparse con un noble para traer abajo a otro, para así ayudar a ganar poder y tierras a algún comerciante o el hijo de un demonio influyente.

Dio varios pasos, cuando surgió del agua un incubus, o un demonio menor. O eso pensó hasta que lo pudo ver con más detenimiento. No tenía alas, ni cuernos. No sentía alguna presencia especial o poder mágico.

-¿Qué eres? ¿De dónde vienes?- Preguntó con firmeza. Sin bajar la guardia, se acercó hasta poder ponerle una mano en el hombro para ayudar a estabilizarlo. No parecía una amenaza, incluso se veía hasta desorientado.

¿Había una persona ahí? ¿Cuánto tiempo llevaba mirando a Loue? El humano estuvo a punto de demandar respuestas, pero pronto notó que esta nueva presencia que ahora lo sujetaba con firmeza tenía cuernos y alas recogidas tras él. Increíble. Tal vez el golpe le dió una contusión y ahora está alucinando, poque no hay otra manera- a menos que...

-¿Qué eres tú?- Loue intentó ordenar sus pensamientos, pero fue esa estúpida pregunta la que salió primero. Esta criatura, fuera lo que fuera, debía ser peligrosa- así que se apresuró en corregirse. -E-es decir, soy un estudiante... Vengo de Boston.-
El joven apretó contra sí la mochila empapada, como su fuera a defenderlo. Se le cruzó el fugaz horror de que en esa mochila estaban todos sus apuntes, su celular, sus audífonos...

Se sorprendió un poco con aquella respuesta fuera de tono. Esta vez lo dejaría pasar, ya que estaba mucho más interesado en saber qué era aquel joven. Había respondido que era de algún lugar llamado "Boston", aunque no había escuchado de alguna ciudad así. ¿Será alguna villa o pueblo pequeño?

-¿Cómo llegaste hasta acá? Saliste de la nada.- Dejó ir al chico, inspeccionandolo desde varios ángulos. No parecía tener nada extraño. Si no fuera algo imposible, hasta podría creer que es un humano. -Di ya tus intenciones en mi propiedad, no tengo todo el día.- Extrañamente aquella criatura parecía asustada todavía, como su en realidad no supiera lo que estaba pasando. ¿De verdad era una amenaza?

Así que su propiedad. Huh... Entonces o Loue estaba teniendo una alucinación muy elaborada, o realmente había caído en el jardín de esta criatura. En todo caso, no parecía prudente mentir.
-Caí aqui- respondió, a la defensiva. - Estaba volviendo a casa y caí en un hoyo... Pero esto no debería ser posible, si estoy bajo tierra no habría sol. Así que... He de estar en algún otro lugar. Me habré muerto?-
Esas últimas frases eran más para el mismo que para el demonio (Loue asumió que eso es lo que era, por el aspecto). Okay, okay, no entrar en pánico es lo principal. Debía haber una solución o explicación para esto, Loue decidió.
-Fue un accidente! No quise caer sobre tu... Su jardín-.

Bez analizó la respuesta por un momento. Si fuera un enviando para atacarlo, no habría caído de manera tan torpe en el medio de su mansión, ni tendría la necesidad de inventar tal excusa. Le pareció escuchar preguntarse si estaba muerto, lo cual no tiene sentido ya que, pues, todos los demonios saben lo que sucede si mueres en el infierno. A menos que de verdad fuera un humano, o mejor dicho, un alma en pena que por alguna razón falló en caer en el lugar correcto. No sabía ni siquiera que esto podía llegar a suceder. De cualquier forma, debía investigar más a fondo.
-Ven conmigo, te ayudaré a llegar adonde perteneces.- Le tendió la mano para ayudarlo a salir del agua. Debía actuar calmadamente, el pobre humano no sabía que ya estaba muerto, y mucho menos el destino que le esperaba. Lo primero que debía hacer era investigar el protocolo a seguir en estos casos.

Loue miró con abierta desconfianza la mano que el demonio le tendía, y más bien usó los bordes de la fuente como apoyo para salir. -No se preocupe, que no me he roto nada... Es decir, gracias por uh, por querer ayudarme a regresar-.

Por más amable que aparentase ser esta criatura, Loue estaba muy consciente de su condición no humana. En pocos segundos había tenido que ponerse alerta, preguntándose si debería correr como cuando un grupo de asaltantes en la calle lo empezaba a seguir.

De verdad que ese humano no sabía en donde estaba. Si no fuera por el protocolo de almas en pena que había impuesto el rey, lo hubiera obligado a salir de ahí de una manera no tan cortés. Aunque, extrañamente, no le disgustaba esa actitud, ya que eran pocos los demonios que tenían el rango para hablarle tan libremente.

-Muy bien, entonces. Vamos, sígueme.- Tenía que ser cuidadoso con sus respuestas, ya que una palabra equivocada podía asustar aun más al muchacho.
Entró a la mansión de nuevo, encontrando un puño de sirvientes en el pasillo, todos empuñando firmemente sartenes, botellas y cucharones como si fueran armas, listos en caso que necesitaran salir a defender a su amo.

-Bajen la guardia. Desde ahora esta criatura va a ser mi invitado. Carus?- Llamó a su sirviente más fiel.
-Sí, señor!- Se puso al frente de los demás sirvientes, no queriendo soltar su escoba en caso que aquel invitado no resultara ser tan pacífico.
-Llévalo a cambiarse inmediatamente, no quiero ver charcos en mi mansión. Luego llévalo a la biblioteca.- Comenzó a hacer su camino, deteniéndose para agacharse y susurrar en su oído. -No respondas ninguna de sus preguntas, y no dejes que hable con nadie más.- Al terminar sus palabras, sus labios acariciaron un poco la oreja de Carus, poniéndolo nervioso. Luego se enderezó y siguió su camino hacia la biblioteca.

Con un poco de esfuerzo, Loue se puso en pie exprimiendo su ropa antes de seguir al demonio. Es sólo ahora que puede ponerse a observar sus alrededores. Parecía ser una mansión al estilo europeo, aunque el estudiante no podría precisar de dónde, pues jamás había puesto pie fuera de su ciudad. El edificio brillaba bajo el imposible sol del más imposible cielo. ¿Se habría muerto en verdad? Él habría pensado que la otra vida tendría una manera más gentil o digna de recibir almas. Y no se sentía muerto.

Al entrar a la mansión tras el demonio, se topó con que había un puñado más mirándolo. La sorpresa lo hizo tropezar un poco, pero intentó mantener la calma y saludarlos con una inclinación de la cabeza. ¿Estaría bien? Tal vez el saludo no era el correcto, qué situación más complicada.

Cuando el demonio más alto tuvo aquel intercambio de palabras con Carus, y luego se fue, Loue asumió que no debía seguirlo más y volteó a mirar al sirviente.
-Yo... no tengo más ropa que esta- se disculpó, sujetando su mochila con más cuidado para no mojar el suelo. -Lo siento también por, uh, caer en el jardín. No me coman-.

Carus bajó la guardia, un poco nervioso con la situación. Eran demonios, no gordaplones. Esos bichos sí que te comen de un bocado.
-A-amm...No te preocupes, todo va a estar bien.- El chico parecía un incubus normal, como cualquiera de los sirvientes, pero no tenía alas, cola o cuernos. Le recordó a un humano.

Se percató que todos los demás sirvientes todavía estaban unidos con sus armas en alto, así que trató de calmar la situación.
-Chicos, tranquilos, él es un invitado del amo. Vayan a la cocina a empezar las preparaciones de la cena.- Los demás se voltearon a ver un poco inseguros, peor igualmente se comenzaron a retirar. Carus entonces dejó su escoba en el pasillo e hizo una pequeña reverencia. -Bienvenido a la mansión del conde Belzaias. Por favor, sígueme y no te preocupes por tu ropa, te podemos prestar de la nuestra mientras tanto. Y...eh...no te vamos a comer.- Dijo, caminando hacia una puerta al final del largo pasillo. -Por cierto, ¿cómo te llamas?-

Esta nueva persona era mucho menos intimidante que el otro demonio. Loue agradeció silenciosamente el intento que hizo Carus de calmarlo, porque ahora sí estaba empezando a caerle encima la realidad; si estaba aquí encerrado, no iba a poder dar los exámenes la semana siguiente. Su promedio iba a bajar tanto, podría fallar el semestre! ¿Cómo iba a pagar tener que repetir clases?

Metido en estos pensamientos empezó a seguir a Carus, levantándose las piernas del pantalón para intentar (en vano) que no gotease en el suelo y las alfombras. Este lugar se veía caro.
Así que era un conde... ¿El otro mundo tenía un sistema feudal? Ni en la muerte se puede librar uno del yugo del sistema. Seguro también eran capitalistas de ultraderecha, Loue pensó para sí con una risita que ahogó enseguida con la mano. No, no debería estar pensando cosas así. Después de todo, estaban siendo muy amables con él.

-Gracias por no comerme, te aseguro que no tengo buen sabor... Ah, ¿yo? Loue Rosenbaum. Tú eres Carus, ¿no? Prometo no hacer problemas, sólo quiero volver a mi casa.-

Caminaron hasta la puerta al final del pasillo, entrando a una sala con una escalera que daba hacia el segundo piso. Mientras subían la escalera, Carus moría de ganas de comenzar a limpiar las huellas mojadas que estaba dejando Loue por todo el piso, pero atender al invitado siempre era prioridad. Más aun si fue una orden directa de su amo.

-¿Volver a tu casa? Entonces sí eres de estas tierras.- Quería investigar qué era ese muchacho que había caído de la nada, pero al mismo tiempo no quería que él también quisiera buscar información sobre dónde estaba.

Pero era irresistible.

-Dime, ¿por qué crees que te vamos a comer? ¿Qué crees que somos?- Iba a empezar por ahí, esperaba que el otro no fuera tan curioso como para preguntar cosas que no podía responder.

-No, no soy de por aquí- Loue respondió, subiendo cuidadoso la escalera sin apoyarse en la pared. -Perdona, el piso... luego limpio... Ah, uhm, soy de Boston. De la ciudad de Boston. En Estados Unidos, ¿sabes....?-
El estudiante le dio a Carus una mirada suplicante, como rogando que supiese qué y dónde era Boston.

Oh, ¿así que no tenían intenciones de comerlo? Eso es una preocupación menos. Por lo delicado de la pregunta, Loue se tomó unos segundos en responder. Al menos era Carus y no Belzaias preguntando.
-Tienen alas y cuernos, así que... pensaba que eran demonios. ¿Lo son? Me pregunto qué hice para acabar aquí... Tal vez es que no estoy bautizado- bromeó el estudiante, más para sí que para el otro.

La verdad es que nada de lo que decía le sonaba. ¿Boston? ¿Estados Unidos? Bueno, tal vez era de la villas del sur, como por Yorkmire.
-Um, ok.- Fue lo único que respondió, trató de sonar lo más casual posible.
Le dio un poco de curiosidad su respuesta, ya que le daba a entender que estaba adivinando con base en sus rasgos, pero...¿entonces viene de otras tierras en lo que los demonios no existen? Aunque al parecer, si pudo adivinar, queria decir que en sus tierras sí conocían cómo eran los demonios.
-Sí, pues claro que somos demonios. ¿Nunca habías visto uno?- Carus abrió la puerta al tope de las escaleras, y empezaron a recorrer otro pasillo. -Ya casi llegamos, es esa puerta al final, a la derecha.-

Esa respuesta fue más ambigüa.... Loue no podía entender con ello si Carus sabía de dónde hablaba o no. Esto estaba poniéndolo más nervioso, así que intentó concentrarse en la decoración mientras caminaban. Caramba, qué enorme esta mansión. Debía tomar un ejército mantenerla.

-Gracias por guiarme... E-en realidad yo, ah, no pensaba que ustedes existiesen- confesó Loue, mirando al techo para evitar fijarse demasiado en la cola, las alas y los cuernos del otro. Tal vez sería de mala educación. -Para los humanos ustedes son... metáforas o mitos. Esto es increíble, la verdad!-

Carus ya iba abriendo la puerta de los dormitorios de los sirvientes, cuando escuchó aquel comentario.
-¿Humano? ¡¿Entonces sí eres un humano?!- Exclamó al oído de unos 4 sirvientes que se estaban cambiando en el dormitorio. Todos voltearon al invitado por un segundo y luego comenzaron a cuchichear entre ellos. La prudencia no le duró no 10 minutos.
-¿Y entonces qué haces aquí? No deberías estar aquí si eres un al...- Cerró la boca antes de terminar la frase. El amo le había dicho que no revelara nada ni respondiera ninguna pregunta. En su mente trató de encontrar el protocolo a seguir con las almas en pena, pero nunca le ponía atención a esas cosas. ¿Cuándo iba a necesitar algo así? -En fin, no importa, estoy seguro que el amo Belzaias te ayudará. Ven, cámbiate.- Desvió el tema, entrando al dormitorio y enseñándole donde cambiarse.

La reacción de los sirvientes ante lo que Loue dijo le confirmó que de verdad estaba en un lugar aparte de la tierra, tal vez incluso el infierno. Pero, ¿un lugar tan hermoso como este? Tal vez los demonios designan una parte del infierno para vivienda y otra para tortura, aunque estos no se ven ni actúan como los estereotipos con los que Loue creció en el orfanato.
-Gracias, Carus- suspiró el estudiante, entrando a cambiarse. La ropa que le han dado se ve como la de los sirvientes, y eso no le gusta nada. -De verdad, lamento todo esto... estaba volviendo a casa de la universidad, y de repente caí en una como oscuridad. Eso... no suena a que pase mucho aquí, no?-

Oh, no, una pregunta directa. De verdad que no había escuchado de algo parecido, aunque Carus tampoco sabía mucho sobre la historia específica del Infierno. Y mucho menos sobre el mundo de los humanos. La verdad los libros no eran lo suyo.

-Es algo nuevo para mí, pero mejor espera a lo que te diga el amo, él siempre sabe. Mejor vamos a la biblioteca, no querrás hacer esperar al amo Belzaias. Vamos, vamos.- Dijo nervioso, no quería que se le saliera ninguna otra información.

Loue terminó de alisarse la ropa y salió para encontrarse con Carus, mirándose a si mismo. Dios, ahora sí que parecía un sirviente. Ojalá a Belzaias no se le ocurriese nada con eso...

-Espera, Carus. ¿Puedo pedirte un favor? Es... es que en esa mochila, pues.... estaban mis libros y mis apuntes. Y... ahh, es inútil. Debe estar toda la tinta empapada- suspiró en derrota, frotándose el rostro con cansancio. Estaba comenzando a sentir el inicio de un nudo en la garganta, como si quisiera llorar, pero no podía permitirse eso ahora.

-Bien, bien. Todo va a salir bien- murmuró para sí, saliendo de la habitación para dejarse guiar a la biblioteca.

Había que darse prisa. El amo Belzaias no era tan impaciente, pero Carus no llegó a ser su sirviente favorito por nada. Siempre intentaba ser diligente, e ir un paso adelante de los deseos de su amo.
-Ah, entiendo, tu mochila debe tener información importante para ti. No te preocupes, podemos arreglarlo. Debería preocuparte más llegar adonde perteneces.-

Bajaron las escaleras y en vez de seguir el camino de antes, entraron por otra puerta con otro pasillo igual de extenso. Carus se detuvo al frente de una puerta doble, más grandes que las demás, volteó a ver a su invitado con confianza y expresó, -Todo va a estar bien, el amo Belzaias te va a ayudar.- Aunque omitió la parte en que "ayudar" significaba llevarlo a la tortura eterna.

Con suavidad llamó a la puerta, abriendola después que su amo indicara que podían pasar.

-Suerte.-

Loue asintió a las palabras de Carus, sabiendo que el sirviente tenía razón. Debería estar preocupado ahora por otras cosas, por volver a casa y nada más, pero no podía evitar liberar sus emociones con pequeñas excusas como haber perdido los cuadernos. Suspiró quedamente mientras se dirigían a la biblioteca, diciéndose a sí mismo que debía calmarse.

Antes de entrar, Loue volvió a mirar a Carus y le dedicó una sonrisa. -Gracias a ti también- respondió a las palabras de aliento del sirviente, antes de entrar a la biblioteca arreglando su ropa.
-Ah... Disculpe la demora. Ya estoy aquí, señor... -

-Si, entra. Pásame el libro que está en esa mesa.- Le ordenó mientras pasaba la página de un gran libro con portada café y detalles dorados. Tenía otros tres libros abiertos en el escritorio, pero parecía que había encontrado algo útil en el que estaba estudiando actualmente.
-Por cierto, cuéntame de cómo caíste. ¿Qué es lo último que recuerdas?- Lo que más desconcertaba al demonio es que si fuera un alma en pena, tal vez tendría los recuerdos de sus últimos instantes intactos. Lo cual quería decir que debería recordar o tener sentimientos acerca de cómo murió, pero el chico se veía bastante tranquilo. Tal vez murió de repente, sin darse cuenta.

Un poco extraño el ser ordenado a hacer cosas, pero Loue no pensaba negarle nada a un demonio. Con cuidado recogió el libro y se lo acercó a Belzaias, mientras pensaba en su respuesta.

-Pues... Bien, estaba regresando a casa de noche desde mi universidad. Estoy en una del Estado, así que los horarios son terribles y yo tiendo a quedarme estudiando hasta tarde. Es decir tengo que, si no nunca voy a terminar la carrera... En fin, tomé el camino de siempre, pero en el callejón atrás de casa había mucha oscuridad. Pensé que la luz se había ido de nuevo y nada, así que solo entré pegado a la pared buscando la puerta. Y de repente caí, así sin más, en la nada...- Loue se tomó su tiempo para responder, porque también debía ordenar los eventos en su propia mente. Todo había sucedido tan rápido. Nervioso, se abrazó a su mismo cerrando los dedos sobre la tela de su ropa prestada.
-Yo... No tengo idea de en dónde estoy ahora- confiesó, bajando la voz.

Belzaias dejó de prestar atención al libro, para enfocarse en toda esa información. Definitivamente sus recuerdos eran muy vívidos, incluso parecía recordar detalles cotidianos de su vida pasada.
Se levantó de su silla y caminó hasta el joven, acariciando suavemente su cabello desordenado en un intento para calmarlo. Era lo que hacía con sus sirvientes cuando parecían asustados por esto o aquello. -¿Recuerdas algo más? ¿Donde vives, tu familia, tu infancia?- Necesitaba más información, si sus sospechas se confirmaban, habría encontrado un caso del que nunca había escuchado.