CAPÍTULO I

Loue levantó la vista, algo alarmado, cuando sintió las manos de Belzaias en su cabello. Se le ocurrió que no debería estar haciendo eso porque su cabello estaba húmedo, y.... Aunque no se sentía mal intencionado. Tal vez era sólo por lástima de su situación. En ese caso... Qué gesto tan dulce.

Ante la nueva pregunta, Loue miró hacia el techo pensando. -Esa es difícil. No, no tengo familia. Soy huérfano. Crecí en un orfanato de Boston, y cuando pudieron echarme a los 18 años lo hicieron. Me mudé a un edificio lo más cerca posible a la universidad. En el orfanato nunca me habían dado la opción de estudiar más allá de la secundaria, es decir que no me lo iban a pagar, así que tengo un trabajo cerca a casa también...-

Más allá de compilar información, Belzaias escuchó la historia del muchacho con atención. Era revelador e interesante escuchar que todavía tenía todos sus recuerdos, pero más que todo, comenzó a sentir un poco de lástima. No sonaba como alguien que debía estar en el infierno.

-Entiendo.- Alejó su mano de la cabeza del otro para volver a su escritorio brevemente. -Tu caso parece complicado y tomaría algún tiempo averiguar más sobre tu situación.- No sólo eso, sino que debía involucrar a los altos mandos del imperio si el chico resultaba ser lo que creía. El papeleo, las inspecciones a su mansión, las infinitas preguntas de la OIADH (Organización Imperial de Ángeles, Demonios y Humanos)... Le daba dolor de cabeza con sólo pensarlo, era mejor tratar este caso a puertas cerradas.

-Pero sé de alguien que nos puede ayudar a resolverlo más rápidamente.- Dejó el escritorio y se acercó a una pequeña mesa al lado de la ventana. En la mesa había un dispositivo con una piedra gris en el medio. Belzaias tocó la piedra y esta cambió su color a esmeralda brillante.

-¿Luca?-

Por las palabras y gestos de Belzaias, a Loue no le pareció que fuera demasiado malo el problema. Pero si complejo... Probablemente iba a tomar un tiempo considerable arreglarlo. Loue suspiró quedó para si, mirando hacia los libros que lo tentaban. Definitivamente iba a perder esos exámenes. Nº le quedaría más remedio que dejar de estudiar un semestre, ahorrar y pagar luego todo.

Belzaias y su extraño aparato sacaron a Loue de sus pensamientos. Volvió la vista hacia lo que estaba sucediendo, curioso de lo que sucedería ahora. Aunque, considerando las circunstancias ahora, poco debería poder sorprenderlo.

Tras unos segundos, la piedra empezó a cintilar al ritmo de una voz suave.
-Belzaias...? No he oído de ti en años, ¿cómo estás? - es lo que pregunta esta persona, hombre también, con un tinte de alegría.

Belzaias no pudo evitar sonreír levemente.

-Estoy bien acá, sabes que nunca pasa nada interesante.- Necesitaba la opinión de alguien estudiado, curioso y discreto, y Luca era perfecto para este trabajo. -Necesito que nos veamos, tengo un caso aquí que te puede interesar.- Y remató con: -Estoy seguro que nunca has escuchado sobre lo que te mostraré si vienes. Es un caso de estudio único, si mis conjeturas son correctas.-
No sólo necesitaba su opinión, sino que llevaba años sin ver a su mejor amigo.

La voz pausó unos segundos para dejar a Belzaias hablar. Al regresar, sonaba más profesional que cálida. Loue notó esto, pero se abstuvo de comentar o hacer presente que se había fijado.

-Si lo pones así... Puedo llegar a lo mucho en una semana, si parto hoy. Usualmente preguntaría detalles, pero confío en ti, Bez-.

-No te vas a arrepentir, confía en mí. Te veo en una semana entonces.- Cuando la llamada terminó, Bez se puso de pie energético. Ahora tenía que preparar algunas cosas y pensar en qué hacer con el humano mientras llegaba Luca.

-Como escuchaste, necesitamos esperar una semana hasta que llegue Luca. Él podrá ayudarnos más con este tema. Por ahora te quedarás como invitado, te prepararé una habitación también. Aunque tienes prohibido salir de la mansión. Puedes ir por los jardines acompañado de algún sirviente.- Fuera lo que fuera, el humano estaba en sus tierras y debía acoplarse a sus órdenes, no es como si tuviera otra opción. -Si necesitas algo, Carus te puede ayudar. Puedes salir ya.-

Loue no tuvo ni tiempo de hablar con la otra voz, saludar o agradecer siquiera. Escuchó con atención las indicaciones de Belzaias, asintiendo a lo que le iban diciendo, y sin ocurrirsele siquiera discutir la orden de no salir de la mansión. Este lugar debía ser peligroso para quienes no conociesen, o no fueran demonios.

-Gracias de verdad, señor. Prometo no ser más una molestia, me mantendré tranquilo- aseguró el joven, retrocediendo hasta la puerta. -Eh... Si, uh, si necesita algo de mi mande llamar-.
Eso último le sonó algo extraño a Loue, pero de alguna forma debía hacerse útil si iba a estar en este sitio una semana entera. Salió de la biblioteca lo más silencioso posible y cerró la puerta suavemente tras de sí, buscando con la mirada a Carus o algún otro sirviente.

Carus salió de la esquina donde estaba esperando a que saliera el humano. Sabía que pronto iba a ser llamado para recibir órdenes. Siempre funcionaba así con su amo cuando había invitados.

-Eso fue rápido. ¿Cómo te f...-
-Carus.- La profunda voz de Belzaias llamó, interrumpiendo su pregunta.
-Lo siento, dame un momento.-

Le hizo saber con su expresión que estaba siento mal educado al dejarlo así nomás, pero el amo nunca podía esperar.
Entró a la biblioteca, cerrando la puerta tras sí, y luego de un par de minutos salió nuevamente.

-Listo, disculpa. El amo me estaba dando instrucciones.- Salió de bastante mejor humor. ¿Cómo no estarlo sabiendo que pronto llegaría de visita el amo Luca? Debía comenzar a preparar todo, como la conserva de grosellas que tanto le gustaba. Su cola comenzó a ondular de la emoción. Pero primero, necesitaba atender al invitado.

-Al parecer te estarás quedando un tiempo con nosotros. Por favor, pídeme lo que sea para que estés más cómodo. Por el momento, ya casi es hora de hacer la cena, entonces debo supervisar la cocina. Pero queda un poco de tiempo.- Te gustaría conocer un poco de la mansión, o preferirías tomar un baño antes de la cena?-

Loue quedó en silencio fuera, esperando por Carus mientras jugaba con el borde de su nueva ropa. Se permitió a sí mismo mirar por la ventana a los enormes jardines que se extendían fuera. Ahora era avanzado en el día, al parecer, pero en el mundo (?) del humano era de noche y empezaba a sentir un cansancio grande subir por su cuerpo.

Al regreso del sirviente Loue le dio una mirada agradecida. -Creo que me he bañado lo suficiente hoy... Podrías mostrarme lo básico de este lugar? Sólo para no perderme y tener que buscarte a cada instante- pidió el estudiante, haciendo lo posible para actuar tranquilo ante esta nueva y brusca realidad.

Carus le sonrió con ternura. Debía ser muy difícil encontrarse de un pronto a otro en un lugar completamente extraño, sin saber cómo volver a casa no qué pasaría con él. De pronto le dio una punzada en el pecho; este humano debía ir pronto a lo más profundo del infierno. Qué pena.

-Claro, empecemos por los baños, luego el salón principal y por último las habitaciones en que no sería bueno que entres sin la autorización del amo. Sígueme.- Trataria todo lo que estuviera a su alcance para que estuviera cómodo antes de...irse.

Le mostró los baños de los invitados, obviamente no le diría que se bañe con los sirvientes. Luego pasaron al salón principal donde se atendía a todas las visitas. Y por último le mostró 3 habitaciones que estaban fuera de los límites de cualquier invitado.

-No debes pasar por ningún motivo, sólo si el amo Belzaias te llama. Dentro de esta están todos los planes de guerra del amo y libros que no deben estar al alcance de todos. Al parecer algo sucederá pronto, el amo ha estado en esta habitación más frecuentemente.- Eso le preocupaba pero hasta el momento el amo había salido invicto de todos los ataques y guerras desde que Carus tebia memoria.

-No es por asustarte, no te preocupes.- Rio en un intento de hacerlo parecer algo casual. -En fin, te quiero mostrar algo. Ya casi es la hora de la cena y tengo que ayudar en la cocina. Te voy a mostrar tu dormitorio.- Caminaron un poco más hacia una habitación simple pero limpia y ordenada. Tebia lo básico: un baño pequeño, una cama amplia con varias almohadas y un escritorio con hojas, pergaminos y plumas.
En el centro de la cama se hallaba la mochila de Loue con todos sus libros secos.
-Algunos sirvientes hicieron una restauración rápida. La tinta de esos libros parece ser diferente a la de nuestra biblioteca, se restauró más rápido que la tinta que conocemos.- Dijo admirado. -Pero... habían ciertas cosas que los sirvientes no sabían qué eran exactamente, no pudieron hacer nada. Lo siento.- Apuntó hacia su celular y audífonos. -Podria llevarlos a la ciudad para ver si alguien conoce esos artefactos.-

La visita guiada de Carus fue muy útil para Loue. Se hizo una idea a sí mismo de dónde estaban las habitaciones en relación con la biblioteca, que era realmente el único lugar que conocía, y con eso pudo saber qué visitar cuando finalmente lo llevaron a su cuarto.

Al ver sus apuntes restaurados, el humano sonrió recogiendolos en sus brazos. -Son perfectos! Gracias.... Ah, no te preocupes por los audífonos y el celular. No es tan importante como mis libros. De verdad, mil gracias-.

Loue miró los libros con una sonrisa suave, antes de dejarlos a un lado y sentarse en la cama. -Carus, gracias. No te retengo más. Estaré aquí descansando un poco... En mi mundo ya es de noche, después de todo-.
Aún necesitaba un tiempo a solas para poder calmarse del todo, y esta cama estaba muy cómoda. Iba a ser lo más cómodo en lo que Loue había dormido jamás.

-Entiendo. Iré a ayudar en la cocina, cuando la cena esté lista te vendré a avisar. Nada más déjame saber si prefieres dormir. Después de todo, mañana tengo planes para nosotros.- Era emocionante tener un invitado que no fuera un noble necio y narcisista. -Tengo que comenzar a preparar todo para la visita del amo Luca.- Luca era un demonio inteligente, apuesto, elegante y muy amable. Siempre era un deleite tenerlo en la mansión. -Y voy a empezar con su conserva favorita. Entonces mañana te puedo enseñar los jardines y la huerta mientras recojo algunas frutas.- Caminó hacia la puerta, con su cola bailando de emoción. -Descansa.- Cerró la puerta tras sí para dejarlo un rato.

La cena ya estaba a punto de ser servida. Caminó hacia la habitación del invitado y tocó la puerta suavemente. No quería despertarlo, debía estar muy agotado. -Loue, la cena está lista.-

Loue escuchó a Carus sonriendo, aunque pensando en otras cosas. Hacer mermeladas y conservas sonaba como algo que él habría disfrutado aprender en algún otro momento, pero ahora que quedaba solo en la habitación se daba cuenta de que su vida había potencialmente cambiado ahora. Y era algo que él no habría elegido. Si no se presentaba al trabajo a tiempo lo podían despedir, podría perder el semestre y el dueño del apartamento definitivamente echaría sus cosas a la calle. No como si él tuviese muchas cosas, pero los libros y la ropa eran valiosos.
El solo pensamiento de sus libros echados a la basura fue suficiente excusa para empezar a llorar, aunque en silencio y echándose de espaldas a la puerta. Loue se aseguró de no hacer ningún ruido; no se sentiría cómodo si por algún acaso alguien lo viera así, aunque era perfectamente razonable. Lloró por unos minutos, hasta que el cansancio lo hizo dormir aún abrazando sus libros ya secos.

Cuando Carus llamó a la puerta, Loue llevaba un ratito durmiendo. Se levantó sin bostezar, pero adormilado, y dejando sus cosas encima de la cama salió hacia el pasillo. Su cabello estaba revuelto, como era usual, pero hizo su mejor esfuerzo por peinarse con los dedos.
-Gracias, Carus... Disculpa, andaba dormido- murmuró para si, frotando sus ojos con las palmas. -Te sigo. No he comido desde la mañana, así que... -

-¡Ah! No puedes ir así a cenar con el amo.- Se acercó y comenzó a peinarlo con los dedos lo mejor que pudo, le alisó la ropa y le arregló el cuello. -Ok, un poco mejor...Estoy bromeando, estás bien. Vamos.- Comenzó a caminar hacia el comedor principal. -Ah, creo que ya te dije pero hoy cenarás con el amo, él quiere hablar contigo. Él puede ser...serio, pero no le tengas miedo.-

Después de unos minutos llegaron al comedor, donde Belzaias se encontraba sentado al principio de la gran mesa, esperando a que su invitado llegara. La mesa estaba puesta en sólo dos lugares: el de Belzaias y el de Loue, que estaba completamente el el lado opuesto de la mesa.

-Carus, arregla la mesa, quiero que mi invitado se siente más cerca.-
-Sí, señor.- No acababa de responder y Carus ya estaba acercando el plato, cubiertos y servilletas a un lado del demonio.
-Anda, siéntate. Y llegas tarde, so unseemly.- Carus se quedó en una esquina del comedor, esperando en caso que el amo necesitara algo. Otro sirviente llegó con una botella de vino tinto a servirle a Belzaias, y se acercó al joven a ofrecerle. -Mientras seas mi invitado puedes pedir lo que desees para estar más cómodo. Come y toma lo que desees. Dime, ¿qué puedo hacer para que te sientas más como en tu mundo?- Y cuando decía "puedo", se refería a sus sirvientes.

Las súbitas atenciones de Carus tomaron a Loue tan por sorpresa, que lo terminaron de despertar. Ahora consciente de su propia apariencia, se arregló un poco más la ropa mientras seguía a Carus. Asintió a la idea de cenar con Belzaias, a pesar de que no le atraía para nada. Ese hombre tenía una presencia palpable, como quien está acostumbrado al poder. Eso era tanto o más peligroso que su condición de demonio. Por más amables que fuesen con él, Loue no debía bajar la guardia.

Entrar a la gran sala hizo que Loue se sintiera más pequeño que antes, y no ayudaba tener que sentarse bien al lado del señor de la casa. Sin embargo, no iba a decir que no. Con una venia, que él asumió era lo apropiado, tomó su lugar al costado de Belzaias aunque sin atreverse a mirarlo mucho.
-Lamento la tardanza. Estaba dormido- se excusó, levantando la copa para ayudar al sirviente a servirle. Era tan extraño ser atendido todo el rato. -Ah, gracias, yo puedo...-

Ante la oferta de Belzaias, Loue se mordió un poco el labio y dejó la copa en su lugar. -No quiero abusar, señor. Bastante es ya que me dejen quedarme aquí. Más cortesía que la que tiene mi gente, en verdad... P-pero en realidad tengo curiosidad sobre, uhm, sobre su biblioteca. Me gusta mucho leer, señor-.

-¿La biblioteca?- Preguntó, luego de tomar un par de tragos de vino. La cosecha era excelente este año. -Qué grata sorpresa escuchar eso. Por lo general la biblioteca también está fuera de los límites, pero haré una excepción. Puedes entrar a leer cuando desees.- Aunque primero debía esconder algunos libros que le podían dar una pista acerca de su situación actual. Por lo menos hasta que llegara Luca. -Por cierto, Luca, con quién me escuchaste hablar, posee una biblioteca inmensa, el triple que esta por lo menos. Te gustará conocerlo.- Pausó cuando el primer plato llegó a la mesa. -Es el demonio más inteligente que conozco.- Su expresión se suavizó un poco al terminar la frase.

Loue sonrió con ilusión, olvidando un poco sus precauciones. Al sonreír con honestidad, sus ojos brillaban. Se dio cuenta enseguida y bajó la vista a su copa de vino, tomando un sorbo. Estaba bueno, pero el sabor definitivamente no era el usual. Loue no sabía mucho de vinos, pero estaba seguro de que los que había probado tenían otro gusto. Esa diferencia le recordó dónde y con quién estaba.

-Mil gracias, señor- respondió, dejando la copa a un lado. -Ah, su biblioteca ya es magnífica... No podría imaginarme la de- la del señor Luca-. Casi lo llamó de forma casual. Loue no estaba acostumbrado a este trato diferencial, ahora debía tener consciencia de lo que decía a cada instante.
-Prometo no hacer ningún tipo de desorden. No acostumbro ser muy ruidoso, tampoco-.

¿Desde hace cuántos años no había visto una sonrisa así de sincera? Desde el momento en que abrió los ojos y entendió que había caido en el infierno, sólo había intentado sobrevivir, y había hecho hasta lo impensable para lograrlo. Y, por supuesto, todos los demás allí encerrados también querían sobrevivir a toda costa. Esto no dejaba campo para la sinceridad ni la alegría. Incluso cuando pudo salir, se dio cuenta que este mundo no estaba hecho para descansar; era una lucha constante para ser el más fuerte.
Si el humano de verdad era un alma en pena, se preguntaba entonces qué habría hecho para merecer el infierno.

Bez se aclaró la garganta y se acomodó en su silla, no se había dado cuenta de lo mucho que el humano lo había sacado del hilo de sus pensamientos con sólo un gesto.

-No te preocupes por eso, lee los que desees.-

Comenzó a comer el aperitivo, perdido en sus pensamientos. Iba a dejar el asunto allí, pero la curiosidad mató al demonio.

-Humano, ¿qué crímenes has cometido en tu vida? ¿Has asesinado a alguien? ¿Robado?- Belzaias no conocía la sutileza.

Loue empezó a comer junto a Belzaias, pero se atragantó un poco riendo ante la extraña pregunta. ¿Era normal para los demonios hacer eso?
-Dios, no! No. Nunca- respondió, divertido, entre bocados. Se moría de hambre y esto, fuera lo que fuese, estaba delicioso.
-Lo peor que he hecho fue, creo, devolver tarde unos libros a la biblioteca de la universidad. Y pagué una fianza-.

Esto se ponía cada vez más extraño, y entre más le contaba el joven sobre su vida, más se aseguraba de su hipótesis. No sabía mucho sobre el mundo de los humanos, o más bien, no lo recordaba, pero estaba seguro que devolver tarde algunos libros no estaba en la lista de pecados para caer en el infierno.

-Entiendo.- Siguió con su aperitivo hasta terminarlo. Ya no interesaba tanto saber sobre el humano, ya tenía toda la información que requería para investigar el asunto con Luca. El resto de la cena pasó con un silencio bastante cómodo para Belzaias.

Al no verse envuelto en más conversación, Loue comió rápido e incómodo. Era tan extraño estar cenando al lado de alguien sin poderle hablar o comentar cosas, mientras que los sirvientes seguro andaban juntos conversando. Qué envidia de Carus.

Al final de la cena agradeció y quiso llevar su plato a la cocina, pero no se lo permitieron. Fue caminando hacia su habitación, mirando por las ventanas al jardín, y al llegar y cambiarse cayó rendido a la cama. Esa noche soñó con largas caídas al vacío, y nada más.

Algunos días habían pasado desde el incidente, y faltaban ya sólo dos días para la llegada de Luca. Ya su habitación estaba preparada y los sirvientes habían cambiado todas las cortinas y la mantelería de su usal gris a azul prusia, a petición del amo. Carus se había encargado de enseñarle a Loue todas sus responsabilidades, incluyendo cómo preparar la famosa conserva de grosellas y las recetas favoritas de diferentes pasteles y galletas del señor Belzaias.

-Mi lema es "no hay amos malos, hay amos hambrientos", entonces en vez de media taza de chocolate, yo le pongo una y media. Y le doblo la mantequilla.- Decía Carus orgulloso, mientras caminaba con Loue hacia la puerta principal. -Y hoy te voy a llevar a conocer otro de los gustos del amo. Me pidió ayer que trajera varias botellas de los vinos que hemos estado añejando en roble para la llegada del señor Luca. Entonces hoy te mostraré...¡nuestros viñedos! Y lo mejor de todo es que los viñedos quedan lejos de la mansión, le dije al amo que si te podía llevar y me dijo que sí. Entonces seremos tu y yo todo el día... y uno de los soldados de la guardia del amo, ¡pero básicamente tú y yo! Nos vamos a divertir.- Estaba bastante emocionado, había preparado bocadillos y almuerzo también.

En realidad, todo esto habría sido mucho más difícil e incómodo si no fuese por Carus.
Durante los primeros días Loue había intentado pasarla tranquilo y silencioso en la biblioteca, pero pronto descubrió que estar en un lugar desconocido leyendo sobre cosas que no comprendía bien no hacía maravillas por su ansiedad. Fue ahí que empezó a pasarla más siguiendo al sirviente por la casa, conversando con él sobre cosas del mantenimiento y pidiéndole que lo dejase al menos ayudar a limpiar. Sobre eso, Carus aún no había accedido.

Loue comprendió pronto que Carus era no sólo un sirviente, sino un asistente personal eficiente de posición importante en la jerarquía de la casa. La manera en que se anticipaba a los deseos de Belzaias, aún con tiempo de supervisar cada aspecto de la limpieza y la cocina, era impresionante. Además, sus recetas eran deliciosas. Por supuesto que todo salía bien cuando se usaban ingredientes finos.

-Nunca he estado en un viñedo- admitió el humano, sonriendo. Llevaba como siempre su bolso con el cuaderno que mejor había quedado, los lapiceros y lápices, para hacer pequeñas anotaciones sobre los pájaros que tal vez vería en el campo. -Gracias por sacarme a pasear, Carus, estar encerrado tanto tiempo me estaba afectando. Sé que es por mi bien, pero no estoy acostumbrado... En casa pasaba todo el día fuera-.

Carus le sonrió afectivamente. Al parecer Loue se veía un poco más feliz hoy, por lo que se había prometido hacer lo que estuviera en su poder para que este pequeño viaje fuera tranquilo y relajante.

-Claro, te entiendo. La mansión es grande pero si sólo tienes acceso a ciertas partes, entonces te aburres muy rápido. Pero hoy déjamelo a mi, te voy a enseñar todo el viñedo.- Se montaron al carruaje, en el que ya estaba sentado un demonio de aspecto serio y mirada asesina. -Ah, buenos días, Eranan.- El demonio sólo se quedó mirando con los brazos cruzados. -Loue, este es Eranan, uno de los caballeros de la guardia privada del señor Belzaias. Eranan, Loue es el invitado del conde.- Lo último fue una advertencia para que se comportara adecuadamente antes que una presentación.

Eranan... Todos los demonios tendrían nombres así de extraños? Loue no se atrevió a comentar nada sobre ello y saludó con una venia, acomodándose bien al lado de Carus. Se sentó junto a la ventana para ver mejor el paisaje.

-Entonces, viñedos con uvas...? Tienen las mismas variedades que nosotros o son más? En general, nosotros tenemos uvas verdes, rojas y tintas. Qué curiosidad de ver los campos- sonrió el estudiante, con entusiasmo. Salir de la mansión iba a hacerle bien al ánimo, sobretodo ahora que sabía que pronto alguien vendría a determinar la razón por la que estaba ahí. Ese pensamiento acosaba su mente casi constantemente.