Capítulo III - Viaje al centro de todo [18 +]

(the fandom demands a drawing)

Ahora con más tiempo, Loue apreció las cosas que lo rodeaban enlazándolas a recuerdos. Ahí estaba la panadería de Victor, que siempre se quejaba de que debía haber sido sastre y de que su pan era horrible (lo cual era verdad), y para quien Loue hubiera trabajado por un tiempo largo. Más allá, en un callejón, un indigente sentado hablando solo que una vez le tiró una moneda en la cara. Hasta las piedras de la calle le recordaban cuántas veces las había contado de camino a la academia: las conocía a todas.
Un poco más allá, el edificio deslucido que fuera su orfanato. Loue aguzó la vista para ver con una sonrisa que el hueco en la cerca seguía ahí, pues un niño acababa de salirse por él. Seguramente en dirección al parque aquel, que no veía por ninguna parte aunque estaba tan cerca...

El joven tardó unos minutos en darse cuenta de que el precioso lugar al que acababa de llegar era su parque.
Entró maravillado, casi temeroso, a tanto lujo. Pero si estaba igual a en sus tiempos de gloria, al fundarse la ciudad, cuando aquella zona era de ricos y poderosos inmigrantes! O tal vez más hermoso. Tendría que comparar con los libros de historia.
Se acercó a la fuente central (la más grande, en la que siempre se sentaba) y miró en el agua su propio reflejo. Al menos por unos segundos, porque un barco de papel le pasó enfrente. El niño del orfanato jugaba en el otro extremo del agua, con una flota de barcos de papel aparentemente hechos de percentiles ortográficos fallados.
Eso, más que nada, fue lo que hizo que Loue sonriera y corriera hacia su amo para abrazarlo con fuerza.
-Gracias! Gracias! Gracias!!- repetía, porque no se le ocurría nada más que decir.

Bez se despidió del hombre de traje para ir a ver como le iba a Loue, pero sintió que algo se estrellaba contra él.
-Oh, d-de nada...- El pequeño humano estaba tan feliz...no pensaba haberlo visto asi nunca, con una sonrisa tan radiante. Si cosas tan insignificantes lo ponian alegre, le construiría 100 parques más.
Abrazó también a su sirviente y sonrió. -Me alegro que te guste. Quieres pasear un poco ahi antes de irnos? No se cuanto tiempo pasará antes que podamos volver a este mundo, asi que es mejor disfrutarlo.-

(al fin! AL FIN <3!!)

Luego de restregarse un poco contra Bez, Loue corrió hacia el parque. Jugó con el niño, conversando con él y dándole consejos sobre el orfanato. Recorrió los caminos entre los setos de flores, visitando ese sitio secreto que gracias a Dios habían dejado sin descubrir. Buscó desenterrando un poco debajo de las columnas, encontrando los pavimentos de piedra de la antigua ciudad. Giró por el césped, admiró las nubes, alimentó un par de pajaritos (amigos de Snipy) y finalmente se sentó en una banca a descansar. Tanto jugar por ahí... ya no era el niño de antes.

-Nunca pensé que lo vería limpio- dijo aún sonriendo, más para sí mismo que para su amo.

Bez solo suspiró y se dedico a seguirlo por todas partes, mientras hablaba, jugaba, caminaba y daba vueltas como si fuera un niño.
Sonrió un poco cuando se acercó a los pajarillos amigos de Snipy...era como una madre que organizaba una comida para los amigos de su hijo. Luego agradeció internamente al chico cuando se fue a sentar en una de las bancas reconstruidas, ya que habían pasado de una parte a otra por todo el parque, y por supuesto, para dejarlo disfrutar, Bez llevaba todo el equipaje.
-Lo hice también...- Comenzó a hablar, viendo a Snipy volar feliz entre los árboles. -Porque inesperadamente se volvió un lugar preciado para mi..- Principalmente porque era donde habian compartido su primer beso...o por lo menos el primero por amor que le daba. Pero claro, eso nunca lo iba a admitir.
-Y ahora siento que soy yo el que quiere volver de vez en cuando, hah.- Volteó a ver a su humano, con una media sonrisa en su apuesto rostro.

El humano se tomó la libertad de acomodarse contra su amo, sintiéndose protegido (y no amenazado) por él. Fue Snipy, saltando sobre su cabeza, el que le recordó su posición como sirviente y lo hizo erguirse de nuevo mirando a su alrededor una vez más.
-El parque ciertamente no se va a mover, señor- pensó en voz alta Loue. -Si quiere regresar podemos hacerlo... a mí no me importaría. Con lo bello que está se llenará de gente- sonrió, porque amaba ver que al fin alguien visitaba ese lugar.
-Pero usted no quería viajar? Estamos en hora, amo, en ésta ciudad el tráfico inicia desde temprano- le avisó el humano, muy en su papel de sirviente.

Bez se sintió tranquilo, alli, en el mundo humano y con un humano en su hombro. Era extraño, pero de repente sintió cierta paz que no había sentido... que no había sentido desde antes de comenzar la guerra hace tantos años. Era como si ninguna de esas peleas y muertes hubieran ocurrido.
Fue por eso que algo de incertidumbre recorrió su cuerpo cuando Loue se separó de él.
-Tenemos tiempo, no importa.- Una hojita cayó lentamente de un arbol que les daba sombra, y el demonio la tomó en medio aire, inspeccionandola, desviando su mente hacia otras cosas. -Sabes, me gustaría estar aqui mucho más tiempo. Es otro mundo, otra vida. Sería otra vida contigo.- No se tendría que preocupar por la guerra, por sus sirvientes, por todos sus asuntos complicados que conllevaban su puesto como conde.
-Los humanos son desagradables, no respetan a los que tienen más poder que ellos y tampoco se respetan a ellos mismos pero...tu me has recordado que exiten los seres equilibrados.- Respetaba, obedecia, pero no se dejaba humillar y era inteligente. Esa cualidad era rara entre los demonios, ya que estaban constituidos de extremos.
Dejó caer la hoja, la cual escapó en el viento, libre.
-Asi que pensando en eso...creo que puedo volver a casa y simular que estoy en otro mundo mejor, porque tu estás conmigo.- Vio hacia una pequeña fuente que había al lado, escanpando de la mirada de su sirviente.

Al escuchar a su amo hablar de nuevo, Loue olvidó el tema del viaje y le prestó atención.
Le gustaba la voz que oía. Era seductora, pero no demasiado. Las palabras, bien elegidas y sinceras. Y dirigidas a él. El estudiante no podía pensar en alguien más que le hubiese dicho palabras similares, aunque fuera sin mirarlo. Nadie que lo hubiera querido (era correcto decir que lo querían?) de esa manera. Y se encontró a sí mismo preguntándose por qué.
Loue, qué había hecho de especial? Aparte claro de causarle muchos problemas a Belzaias. Algo debía de haber habido porque, sentado en esa banca del parque, se sentía más feliz de lo que había llegado a sentirse en meses. Aunque quizá no lo mereciera.

El sirviente se acercó a su amo, viendo que no lo miraba, y le dio un beso en la mejilla.
-Gracias. Es un honor.-

Belzaias se llevó una mano a la mejilla que el otro le habia besado, sorprendido. Lo miró y le dio una pequeña sonrisa.
-No. Gracias a ti, pequeño humano.- Su mano ahora se comenzó a mover en dirección a Loue. Queria abrazarlo, acariciarlo, besarlo... Pero era mejor dejar las cosas quietas por ahora. Alejó su mano de repente y se levantó.
-Bien. Ahora necesitamos irnos. Tenemos mucho que ver y se hace tarde, tengo hambre.- Ni siquiera habian desayunado. Que mundo este.
Tomó las maletas y miró una vez más el parque. De verdad no tenía la menor idea si regresarian algun dia. No con la guerra que se aproximaba.
-Vamos a la calle principal. Ahi llama un medio de transporte, que tengo las manos ocupadas. Snipy, no te quedes atras.- Ordenó, mientras comenzaba a caminar por la via que iban desde el principio.

Al ya no tener maletas que llevar, Loue ahuecó las manos para que Snipy se acurrucase dentro. El pajarillo estaba cansado pero feliz luego de una buena ronda de juegos con sus nuevos amigos. Definitivamente los iba a extrañar.
El humano se adelantó un poco para guiar el camino y, luego de un par de calles y un atajo por un callejón, los dos se encontraron en la calle principal. Ese día no había mucho tránsito, pero a ver si podían decir lo mismo en unos minutos. Con la ciudad nunca se sabe.
Loue se trepó un poco a un poste para poder ver más allá. Ubicó un taxi y lo llamó con un silbido. Al parecer la consigna no había cambiado, porque el auto se detuvo cerca a ellos y Loue se adelantó para hablar con el conductor.

El hombre del taxi tenía tres hijos, una esposa y un terrible cansancio. Por eso la visión de un jovencito cubierto de plumitas azules y con un pájaro en las manos lo hizo sonreír por primera vez en el día.
-Claro que sé dónde queda eso, chico- respondió a la pregunta del otro de si conocía "ese restaurante pituco donde se desayuna bien". Probablemente se refería al Pearly Gate. Abrió las puertas del auto y esperó a que sus pasajeros entrasen.

Bez no movió un musculo en la calle, simplemente esperó a que su sirviente....es decir, el humano llamara el transporte. Se quedó mirando unos segundos, ya que no recordaba como se sentia viajar en uno de esos aparatos.
Pues, fue a la parte de atrás y le dio unos suaves manazos, hasta que el taxista se percató que lo que queria era abrir el maletero. Lo abrió desde adentro del auto y Bez por fin pudo guardar las maletas alli. Luego se subió y comenzaron el recorrido.
Y dicho y hecho, en unos pocos minutos la calle se comenzó a llenar de autos y se quedaron estancados en el semaforo un poco más de lo pensado, pero no tanto como para explotar la paciencia del gran demonio Belzaias.

Al bajarse, Bez le pagó al taxista con un billete cualquiera, el cual parecía ser suficiente porque el hombre se quedó mirandolo algo sorprendido. Pues, salió sin esperar el vuelto y sacó las maletas de atrás luego de su ritual de los golpecitos en el maletero. Aparentemente la cosa esa se abría con algún tipo de magia que se activaba con sus golpes.
-Humano! Este es el lugar?-

Gracias al cielo el tráfico ese día actuaba con clemencia, y el taxi sólo se quedó atascado unos minutos. Loue se asombró un poco de lo bien que parecía fluir la autopista. Tal vez se debía al cambio de gobierno? Tal vez.
Llegaron mas bien pronto a su destino y Loue fue a bajar las maletas en frente al flamante Pearly Gate. El restaurante se distinguía por ser uno de los más caros y especiales de la ciudad. Pero la decoración y el ambiente tenían un brillo angelado que Loue no había previsto. Esperó que no fastidiara a su señor.
Antes de entrar al restaurante había un magnífico arco de madreperla, de donde sacaba su nombre. Loue pasó las maletas por él, sin evitar mirar hacia arriba.
-Aquí es, señor. Creo que incluso hay habitaciones si desea pasar la noche- comunicó el humano, dejando las maletas al frente de la puerta. Se oía una música sonar dentro.

Belzaias miró fastidiado a aquel lugar. Era tan....luminoso. No estaba para nada acostumbrado a esa paleta de colores y mucho menos a la luz hermosa que se filtraba, ya que en el Infierno, y más aún en su mansión, reinaban colores tierra, o bien, fríos pero en tonalidades oscuras, y estos alumbrados con la poca luz que las velas solían ofrecer.
-Bien, si a ti te gusta, pues entonces no tengo objeción alguna.- Este era el único comentario del lugar que Bez planeaba hacer.

En ese preciso momento se acercó con botones que tenía el rostro joven y ojos tímidos: probablemente era su primer día.
-B-buenos días, señor, bien--
-Deseo una habitación para la noche.- Le dijo sin esperar a que terminara el saludo que estaba en el protocolo. -Lleva las maletas a alguna de las suite.-
El botones volteó a ver a su jefe, quien había oído la palabra "suite" y ahora se acercaba a paso rápido y con ojos brillantes.
-Señor, por favor, vamos a la recepción.- Ofreció el jefe.
Bez suspiró. En el Infierno todos lo conocían, es por eso que al llegar a un lugar de esos, le daban una habitación sin ningún tipo de papeleo.
-Humano, -Se rerifió a Loue,- Ve si quieres al restaurante, ya te alcanzo.- Sabía que estas cosas eran tediosas, ya que él mismo se estaba irritando cada segundo que pasaba.

(*Persona que nunca ha ido a un hotel* Así que perdona si la cosa no es así XD)

(sí es así! es bien así!)

Loue siguió con la mirada al botones, recordando que una vez se había aplicado para el trabajo. Lástima que no lo habían aceptado! Ese hotel era de primera. Uno se sentía tranquilo y relajado de solo entrar y encontrarse en un ambiente tan cálido. Y con esa música!
El humano asintió a la órden de su señor y se encaminó al restaurante, pero tuvo que regresar porque aún llevaba las maletas en las manos. Fuerza de costumbre. Cuando se detuvo de nuevo en el pasillo, Snipy saltó de su hombro y se puso a caminar por ahí.

-Ah!! Snipy, no! Ven aquí!- exclamó alarmado el joven, yendo tras su pajarito. Pero Snipy había sentido un olor muy agradable, y tenía ganas de averiguar qué era. Así que siguió derecho, seguido de cerca por su alarmada madre, hasta salir en un jardín que Loue no había notado desde fuera.
A diferencia de los otros jardines que conocía, ordenadamente cuidados, éste poseía una belleza natural. Daba el efecto de que nunca un jardinero había abierto su tijera en ese lugar: el pasto llegaba hasta las rodillas, meciéndose con la brisa. Las flores, más que nada margaritas, crecían como estrellas aquí y allá. Y al fondo, un arroyo (eso debía ser artificial, no?) cruzaba el jardín bordeado de sauces.
Loue contuvo una exclamación y corrió dentro, mientras Snipy volaba feliz por el delicioso olor del viento.

Bez estaba mientras tanto en la recepción, firmando papeles por aquí, dando identificaciones falsas por acá...
-Listo, señor...Belzaias? Es usted europeo de seguro?- Dijo el jefe del botones.
-Si, europeo...Bueno, iré primero con mi acompañante al restaurante y tal vez saldremos. Pongan una botella de champagne en la habitación cuando se haga de noche.- Ordenó en un tono cortante.
-Si señor, por supuesto.-
-Mejor que sean dos.- Volvió a ordenar y dio media vuelta sin esperar respuesta alguna, para buscar a Loue.
Caminó por el lobby y hasta el restaurante con ese paso firme y confiado del demonio, solo para mirar por el lugar con cierta sorpresa al darse cuenta que su humano no estaba a la vista.
Bez dejó salir un suspiro de irritación. Volvió a dar la vuelta y con el mismo paso fue a buscarlo. Le preguntó a una muchacha que llevaba apurada las toallas, la cual le dijo que vio una imagen muy singular de un chico persiguiendo un pajarito muy tierno hacia el jardín. Bez le dio las gracias junto a un billete de alguna denominación por el problema, para luego seguir hacia el dicho jardín.
-Ha. Me recuerda a uno de los jardines de Luca.- Se dijo a si mismo. -Bello pero sin cuidado. Me pregunto si ese era el objetivo del jardinero o si...oh, humano!- Detuvo su linea de pensamiento al ver un cabello rojo corriendo muy al fondo.
Al ver que no le escuchaba, decidió internarse en el jardín. Pasó entre un camino marcado por unas piedras blancas hasta el riachuelo, en el cual el agua reflejaba perfectamente los rayos de sol. Bez entonces miró hacia las nubes, recordando que el cielo terrestre era diferente e infinitamente más hermoso que el del infierno. No era como si le importara, pero al fin y al cabo era imposible no admirar aquel cambio.

Suspiró nuevamente. Un señor como él no tenía que estar detrás de los sirvientes. Simplemente se quedaría allí hasta que su pequeño humano quisiera regresar. Tampoco era como si el clima no fuera agradable ese dia.

La luz empezaba a tornarse del color dorado que tenía el atardecer. Loue respiró hondo, parándose al borde del riachuelo, ignorante de que más abajo del mismo su señor lo esperaba. El estudiante estaba inmerso en la increíble paz y belleza de ese jardín, que yacía tranquilamente como si estuviera a las orillas del mundo. El ruido de los autos llegaba pero lejano, casi un zumbido, a veces superado por el rumor de las hojas que el viento mecía. Loue cerró los ojos.

Quien sí se dio cuenta de Bez fue Snipy, que volteó en el aire y fue a saltar alrededor de su padre piando como un descosido tratando de mostrarle absolutamente todo ese lindo sitio. Incluso tenía otros pajaritos volando por ahí, aunque la mayoría ya descansaban en las ramas o tomaban su última comida del día. Snipy, sin embargo, tenía una energía extraordinaria y lo último que quería era dormir.
Y además quería decirle, contarle, que al fondo del jardín había alguien más. Pero no sabía quién era y lo quería conocer, así que piando y piando jaló a Bez de la ropa para llevarlo hacia allá.
Loue escuchó el alboroto de Snipy y volteó a regañarlo, pero se cortó al ver a su señor y regresó caminando por la senda de piedras.
-Lo siento, sé que dije que estaría en el restaurante, pero encontré éste jardín por accidente- se justificó Loue, parándose al frente de su amo.
-Y tuve que quedarme a ver. Cómo lo habrán hecho??-

Bez seguía disfrutando del sonido del agua y de las aves...hasta que pudo distinguir el de su pequeño pajarito.
-Ah, estás aquí. Entonces también debería estar tu madre...huh? Que pasa? Cual es el apuro?- Le preguntó al ver la urgencia que tenía por llevarlo hacia algún lugar y como aparentemente no le estaba respondiendo de forma alguna, no le quedó otra opción más que acompañar al animalito.
-Vaya, pero que testarudos son los alcaparones...Oh, humano.- Por fin lo había encontrado.
-No importa, pero no te pierdas así. Y menos en esta clase de lugar. Es tan...luminoso...es sospechoso.- Se acercó y le acarició el cabello como ultimamente lo hacía. -Hmm? Te gusta? Quieres que te haga uno en la mansión?-
Bez volteó hacia el jardín, todavía mimando al humano. -Es como los bosques de Almtar, pero mucho menos peligroso.-

(mejor cambia tu 8D)

El humano se dejó acariciar, y por poco no hizo un murmullo de agradecimiento. Ya se había acostumbrado a Bez y no tenía miedo de ser golpeado, torturado o insultado como al inicio.
-No, gracias, señor. Los jardines de la mansión son preciosos también! Sólo que éste tiene algo... no sabría explicar, no es como los campos de aquí, es muy muy tranquilo y... y tranquilo- concluyó, moviendo las manos en ondas para enfatizar la tranquilidad del jardín.

-Mmm, todo es peligroso en el infierno?- preguntó Loue luego de un rato de estar tranquilo al lado de su amo. No era con ánimo de ofender ni nada, sólo que le sorprendía porque los paisajes infernales se parecían mucho a las afueras de Inglaterra o los campos irlandeses. Sabía, sin embargo, que estaban plagados de bestias salvajes que destrozaban todo lo que encontraban. Los sirvientes hablaban de ellas en las noches aburridas, cuando Bez estaba o trabajando o durmiendo y no los necesitaba para nada.

-Aquí, que yo sepa, los lugares peligrosos son más las ciudades que el campo... La gente es muy agresiva.-

Loue iba a contarle sobre esa vez que había terminado en un barrio muy muy malo, pero sintió unos pasos acercarse y volteó a ver quién era. Tuvo que retroceder un poco. Esa persona, fuera quien fuera, probablemente venía a hablarle a su amo.

***

Ya era un poco de noche cuando Luca alcanzó a ver, subido de un árbol, las luces titilantes de su propia casa. Suspiró de alivio, porque aunque le hubiera dicho y redicho a Carus que iban a llegar, él mismo no estaba tan seguro. La luz era suficiente para ver, y Luca conocía sus propias tierras, pero guiando al demonio que más amaba se ponía nervioso.
-Mira, ya estamos aquí!- le comunicó, bajando del árbol y echando a andar. El cielo sin estrellas (ojalá las tuviera) estaba de un calmado azul, profundo como un lago. La poca luz recortaba en negro la silueta de la casa, que se acercaba a ellos a medida que recorrían el camino. A diferencia de las tierras de Bez, aquí la senda no era pavimentada sino de tierra. Pequeñas flores, ahora cerradas, crecían aquí y allá llevando a la tierra las estrellas que no había en el cielo. Más al fondo, rodeándolos como una cerca lejana, un bosque de pinos bordeaba el camino a las montañas. Pero estaban lejos y el clima era agradable, aunque un poco frío.
Luca miró a Carus de reojo y sonrió. Sí, había pasado tiempo, pero aún sonreía de verlo caminando con él.
-Tienes frío? Quieres mi saco?- le ofreció galante, sin esperar que aceptara.

-Nunca has venido a mi casa, no? Lamento si está algo abandonada. Llevo tiempo sin ir y, la verdad, si hubiera sabido que vendrías la habría limpiado.-

Carus se alegró al oír las palabras que había esperado en estos últimos días. Ya estaban cerca de su nuevo hogar.
-Oh! Ahí está! Señor Luca, ya casi llegamos! Se ve muy linda.- Le dijo con una brillante sonrisa. De verdad estaba emocionado, ya que conocería un nuevo ambiente, nuevas personas y podría servir a su nuevo señor. Si, todavía sentía culpa por abandonar a su señor Belzaias y...si, todavía lo amaba más que a sí mismo, pero esta era su nueva vida. Este era su nuevo señor.
-Ah, no gracias, estoy bien así. Además ya casi llegamos! Supongo que su casa es caliente, no? Con chimeneas?- No sabía como imaginarse la mansión de Luca, pero sabía que iba a ser hermosa y espectacular. Es decir, era un duque.
-Aaahh, no puedo esperar!- Dijo, tomando al demonio de la mano y halándolo para que se diera un poco más de prisa.

Con chimeneas...? Luca tenía chimeneas? De todas maneras no le dio tiempo a pensar; ya Carus halaba de él, haciéndolo trastabillar y reír ante la emoción del pequeño.
-Sí, es cálido... Espera! Por ahí no! Oye!- Luca apretó el paso y, caminando por el sendero, llegaron en poco tiempo a la verja de la casa.
Era una reja, sí, pero de madera con sencillos adornos. Luca abrió la puertita y entró, tomando de un árbol una lámpara de aceite y entendiéndola. La luz iluminó el precioso aunque descuidado jardín cuyos árboles formaban una especie de túnel hacia la casa. La hierba les llegaba a las rodillas, y las flores se mecían tranquilas. Luca sonrió y se apresuró a llegar, pero al ver una luz acercarse se detuvo.

Quien se acercaba era un demonio alto y un tanto desgarbado, con tres pares de pequeños cuernos que asomaban por su descuidado cabello gris. El joven miró a Luca con más indiferencia que sorpresa, y dejó a un lado el rastrillo que llevaba.
-Llegaste. Y te traes algo, ya ví- dijo, apoyándose en su herramienta. Luca asintió.
-Es Carus; se unirá a la casa desde hoy- explicó con una sonrisa. El otro demonio asintió levemente y se adentró en el jardín sin decir más. Luca fue hacia la puerta y la abrió tranquilamente.

-Ese era Kinno. Se ocupa del jardín. ... Creo...-

-Si...hola...- Carus se quedó ahi, perplejo ante la conducta del aparente jardinero y ante la despreocupación del amo.
-Señor Luca, es solo una sugerencia pero creo que debería hacer algo con ese chico. Tal vez un castigo leve lo haga reflexionar.- Dijo, frunciendo sus pequeñas cejas.
-Haaa... Bien. Señor, porque no va a relajarse un rato o tomar un baño? Y asi me acomodo en con ellos y veo el resto del lugar. Luego me puede decir que desearía de comer o tomar. O si desea descansar, puedo traerle sabanas limpias...oh, que tonto, de seguro sus sirvientes ya se encargaron de eso! Jeje. Las costumbres mueren lento.- Sonrió quedamente.

Luca sonrió agradecido por el consejo, aunque de todo el mundo Carus debía ser quien mejor supiera que el duque odiaba castigar. Él era un noble que creía en la equidad social, el diálogo y la democracia. ... Vamos, que era un anarquista.
-Para ser sincero, mi querido Carus, me sorprende que Kinno esté despierto a éstas horas.- El equipaje no era mucho, así que Luca lo llevó dentro empujando la puerta con un costado.

El recibidor era sencillo. Sin adornos dorados, más bien tenía jarrones blancos con flores de colores tan sólo colocadas ahí sin ningún arreglo. Aquí y allá en los muebles yacían libros abiertos, probetas, frascos y otros objetos sin duda de carácter científico. El suelo, de madera, estaba limpio- al igual que la pared, que tenía un papel tapiz de color crema. Luca enfiló hacia las escaleras, que en ese momento bajaba un demonio muy parecido a Kinno.
Éste otro tenía solo un par de cuernos, y llevaba un delantal con harina y chocolate. Él mismo olía bastante a dulce. Se quedó parado al lado del descanso de la escalera y miró a Luca como esperando algo.
El duque dejó las maletas a un lado y lo saludó con una sonrisa.
-Einno! Éste es Carus, va a mudarse aquí- anunció, haciéndose a un lado para que Einno viera. El sirviente, sin embargo, miró a las maletas y luego a Luca profiriendo un suspiro de desesperación.

-Para qué quieres otro?? Ni las maletas nos ordenas llevar- le replicó, quitándose harina del cabello.
-Ah, lo siento. Quieres llevarlas?- preguntó Luca sin perder la calma. Einno tomó una maleta y regresó escaleras arriba.
-"Ay quieres llevarlas, por favor?" Pft- susurró para sus adentros mientras dejaba la maleta frente a una puerta y regresaba a la cocina del segundo piso. Así que al gran señor se le había dado por añadir otro desgraciado a su colección de estatuas? Einno sentía lástima por ese nuevo sirviente. El tedio en esa casa era insoportable.

Luca llevó el resto de las maletas, estirándose al llegar a su habitación. Se sentía feliz y a gusto rodeado de libros. Más específicamente libros sobre ciencias naturales. Pero como era su habitación, no estaba tan llena. Decorada como el resto de la casa, ésta habitación tenía una antigua cama con dosel, un armario de madera y una pintura en la pared que mostraba una familia. Eso era lo único que la diferenciaba del exterior.
-Voy a tomar un baño. Si quieres puedes explorar la casa. Ah, elige una habitación donde más te guste- le indicó a Carus, quitándose el saco y colgándolo de un perchero para guardarlo en el armario.

Pero...que era eso?! Un duque...haciendo sus propias cosas?
Al principio, cuando el señor Luca visitaba al señor Belzaias, Carus creía que era un poco más independiente que otros demonios. No parecía necesitar tanto a la servidumbre en la casa de su amigo pero de todas maneras dejaba que lo sirvieran como debería ser...o eso pensó. Ahora lo veía. En realidad es que en la mansión del señor Bez no le quedaba de otra, ya que los sirvientes: servían o servían.

Pero ahora podía ver que a él no le gustaba que le sirvieran. Terrible! Un ultraje!
-Amm...señor...- Quiso decirle muchas cosas, pero decidió primero medir el terreno. -Ahh... yo le prepararé el baño. Y por favor. Un sirviente no simplemente elige una habitación. Debe haber un ala donde duerma la servidumbre, no? Allí encontraré una cama y dejaré mis cosas.- Oh, eso que acababa de hacer le ameritaba una buena golpiza en la casa de Bez. Pero se atrevió de todas maneras para dejar las cosas en claro.
Haciendo una cara enojada, caminó hacia el baño y comenzó a abrir los tubos del agua.
-Señor Luca, como le gusta la temperatura del agua? Que sales le agrega?- Dijo desde la bañera.

(No se como se distribuye la casa, pero espero que el baño esté en el cuarto para q haga sentido XD)

-Ah, sí, sobre el ala de la servidumbre...- Luca se mordió un labio y prefirió callarse. Ya se enteraría Carus por otros medios de que el ala de sirvientes era ahora un laboratorio de microclimas para sus estudios botánicos. Para distraer su mente de todos esos detalles que no había observado, se quitó los zapatos y el chaleco para guardarlos. De paso, subió las maletas a la cama y empezó a desempacar.

-Bueno, los demás duermen en el ala norte de la casa. Puedes tomar una de las habitaciones de ahí. Luego te mostraré dónde está todo. No creo que te pierdas, porque más que casa lo que tengo es terreno... La de Bez era así, sólo que él la amplió mucho- le contó el duque, sentándose en la cama y mirando alrededor. Le gustaba estar en su propio ambiente.

-A mí me parece que aquí ya es bastante grande.-

Cuando Carus le preguntó sobre el baño, Luca empezó a preocuparse. Sí, no había observado el "condicionamiento" que Carus tenía sobre cómo debía comportarse un noble. Ah, iba a tener que comprar sales y todo eso. Con lo que le gustaba a él bañarse afuera en el lago. Pero no! Tenía que ser honesto.
-Sólo pon el agua fría, gracias. Tengo la costumbre de bañarme así.- Mientras hablaba ya estaba pensando en todas las cosas que tenía que hacer. Había dejado en alto muchos proyectos importantes y, encima, ahora tenía uno nuevo.
-Si por algún acaso necesitases algo, puedes preguntarle a uno de los otros. También puedes pedirme a mí, claro! Pero tendrías que ir a buscarme afuera al herbolario... O a mi estudio. O si no, al observatorio. Ya verás dónde está todo, te aseguro que siempre me encuentro en alguno de esos lugares. A menos que sea viernes, los viernes voy al lago ya que la luz nocturna es especialmente propicia para observar la vida acuática.-

Carus paró lo que estaba haciendo, extrañado de todo lo que decía pero cumpliendo sus órdenes. Cambió la temperatura del agua para que saliera fría y fresca. Tenía mucho que aprender sobre el comportamiento de su amo para darle el mejor servicio posible.

Pues, buscó por todas partes y no pudo encontrar más que simple jabón y shampoo, así que dejó el asunto por ahora. Luego le preguntaría a los demás sirvientes. Salió del baño algo cansado por el viaje y se dirigió a su pobre y pequeña maleta que si acaso contenía 4 mudadas de ropa.
-Bien...ala norte, cierto?- Tomó su maletita y la cargó al hombro. -Se que no es muy tarde pero tengo algo de sueño. Desea algo antes de irme? Algo de comer o tomar luego del baño? Le arreglo su cama para ir a dormir?- No sabía cual era la rutina del duque pero bien la averiguaría con el tiempo.

(No tenemos que empezar otro capitulo? D:)

Luca ya había terminado con la ropa, así que al ver que Carus se iba se acercó a él y le dio un beso de buenas noches en la frente. No sabía si debía, pero fue un impulso, le encantaba.
-Nada, nada. Ve a descansar, fue un viaje largo pero ya estamos aquí- dijo, también para sí mismo, mientras se encaminaba hacia el baño juntando la puerta tras sí. Metió la mano en el agua y suspiró por lo fría que estaba, así como le gustaba más. Y debía descansar él también, pues al día siguiente tendría que retomar sus proyectos y empezar a idear diferentes escenarios de guerra en caso de que hubiese conflicto.

En el ala norte, los trillizos sentados en una escalera conversaban animadamente.
-... Y sí, parece que de alguna manera logró convencer a ese chiquillo para que se viniera aquí- contó Einno, chupándose los dedos para quitarse el azúcar en polvo. Kinno rió y apagó su cigarrillo en el suelo de piedra.
-Heh, le hubieras visto la cara. Ni diez minutos aquí y ya se dio cuenta de que Luca está mal de la cabeza.-
-Lo sé!- corroboró su hermano. -Hoy me dijo que *por favor* llevara las maletas. Qué clase de noble hace eso??-

Mientras sus hermanos se desahogaban juntos, el segundo, Ulnno, no decía nada. Pero escuchaba con una sonrisa en la cara. Un sirviente más, uno joven e inocente. Hace años que no pasaba nada interesante en esa casa. Ya verían qué hacer con él.
Por el momento, talvez podían conseguir que durmiera con ellos en el mismo cuarto.
Sí, claro. Dormir.