Capítulo IV - Amándote de nuevo

Silencioso, Alec tocó algunos acordes de notas más alegres en el piano. Pero no le traían ninguna canción a la mente. Qué extraño....

Los recuerdos felices que había recuperado le dolían. Los demás eran vacíos blancos, confusos. Lo único que no le pesaba recordar era lo que había vivido con Bec, y lo poco que veía era una perfecta tranquilidad y paz. Por eso, se levantó y caminó al lado de su novio.
Le tomó la mano y observó junto con él la ciudad que parecía dormida.
-Te tengo a ti- le respondió suavemente, apoyando la cabeza en el hombro del otro. -Debía estar realmente agradecido por eso, y ahora mismo lo estoy. No he recordado mucho, pero lo que me viene a la memoria vale más que el resto...-

Bec tomó la mano de Alec, todavía lo suficientemente preocupado como para sonreirle.
Había algo que le molestaba todos los días, a cada minuto, pero con Alec en ese estado no podía decirlo tan honestamente. Pero ahora, ahora que parecía que lo recordaba, era otra historia.

-Alec, escuchame.- Dijo calmadamente pero con voz firme, todavía mirando por la ventana. -Yo se que es imposible que ames como lo hacías antes, pero...pero creo que ya me tienes la suficiente confianza. Vamonos de aquí, a un lugar muy lejos donde nadie nos encuentre y la guerra no nos afecte directamente. Yo...- Se volteó y se arrodilló enfrente de él. -Yo no quiero que nada te pase. Y aquí no estás seguro! También quiero que te enamores de mi, pero aquí no...aquí es más peligroso que el campo de batalla! Alec...ven conmigo...por favor...- La mano que no le había soltado, se la llevó a los labios y la besó muy tiernamente, para luego ponersela en su mejilla.

(8D quiero ver que responde...)

El pedido apasionado de Bec tomó por sorpresa al joven relojero, que durante unos segundos no pudo articular palabra. Se ruborizó, un poco de felicidad por ver que alguien lo amara tanto así, un poco porque no sabía cómo responder. No desvió la vista de su novio, no podía, pero en su rostro pronto se reflejó una gran angustia y tuvo que apartarse unos pasos.

-Yo... aún no puedo ir contigo, Bec. No puedo irme así- trató de explicarle en un murmullo atropellado, nervioso. Se sentía extraño. Lo que trataba de decir, sin embargo, era simple! Sólo que se le enredaba en la lengua sin poder llegarlo a soltar.
Ya había empezado a recordar. No iba a irse de la torre sin volver a recobrar la memoria de las cosas buenas y malas, tristes y hermosas, todo, hasta lo que más superficial le pareciera. Comenzar una nueva vida con la memoria limpia, con la conciencia limpia, no le parecía justo.

Pero todo eso no pudo decirlo.
-Lo siento... lo siento- repitió un par de veces, llevándose los dedos a los labios con pesar.

(perfecto <3 te amo nimuuu)

Bec lo miró por un par de segundos. Estaba asustado, herido, enojado...pero de todos esos sentimientos, reflejó el que más conocía.
Todavía arrodillado, arrugó la cara en una expresión de rabia total, apretando sus puños.
-Es...por tus recuerdos? Es por...él?- Dijo, tratando de calmarse, pero enojandose aun más. Se puso de pie y abrió la ventana de un golpe.
-Quieres morirte, ah? De verdad quieres eso!! Vous êtes un idiot!!- Oh si, cuando de verdad se enojaba, olvidaba todo el inglés que había aprendido. -Je l'ai dit ce n'est pas grave, Alec!!- Caminó hacia una de las mesas de la habitación, abrió una gaveta en especial y sacó unas 5 esferas musicales. Volvió a caminar hacia la ventana y las arrojó al viento, solo escuchando el sonido lejano de metal rompiendose.

Spoiler:

(DAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAMN OAO!! aunque no sé qué dijo pero ooooh, no!)

Alec retrocedió unos pasos, asustado por la violencia de la reacción de Bec. Ahogó un grito cuando éste arrojó sus esferas al viento, apartándolo de un empujón y tratando de atraparlas. No pudo. Las vio romperse al caer al suelo, y cada brillo que una pieza suelta enviaba arriba era una herida para el relojero. Sus memorias. Sus preciosas memorias.
Tomó con fuerza el marco de la ventana, llorando en voz alta con un dolor que no pensó que podía sentir de algo como eso. Dejó que sus lágrimas cayeran al cristal de la ventana, describiendo un camino que se marcaba en el polvo de afuera como líneas en un plano. Y tuvo que taparse los ojos para seguir llorando, pues un brillo en ellos lo molestaba.

Finalmente enterró el rostro en los brazos, tratando de al menos calmarse un poco. Lo suficiente como para hablar en un tono comprensible, bajo, herido pero con una rabia fría.
-Vete. Vete de aquí.-

(uuuuuuuhhhhhhhh se armó la gorda)

Bec jadeaba de rabia, oyendo perfectamente las palabras del otro. Aunque lo que más le dolió fue su llanto, pero prefirió ignorarlo.
Que se fuera. Le habia dicho que se fuera. Lo echaba como un perro mientras siempre le daba la bienvenida a ese Gene.
-Bien! Me iré. Pero cuando quieras volver a tirarte por la ventana, por favor quedate bien muerto, idiota!!- Le dijo a sangre fría, mientras iba recogiendo su ropa en un bolso, su saco, el dinero y salió por la puerta.
Sin mirar hacia atrás, ni en lo que había dicho, bajó las escaleras de dos en dos, casi corriendo, para luego salir de la torre y dirigirse quien sabe a donde. No sabía hacia donde caminaba, pero estaba decidido en no volver a esa tortura.
-Alec...- Suspiró con todavía algo de rabia, secandose una lágrima antes que cayera.

Cinco de sus preciosas esferas se habían perdido para siempre. El relojero esperó a que Bec saliera de su torre para bajar, aún llorando en silencio, y cerrar la puerta con llave. No quería verlo más.
Luego de calmarse un poco, recordó que tenía las partituras de la música escondidas en su sótano. Podía volver a componer las esferas, no tenía por qué perder algo tan precioso para él. Con ese pensamiento fijo en la mente, fue a por sus herramientas y bajó por la trampilla.

El sótano estaba lleno de polvorientos objetos que lo hicieron toser al llegar ahí. Había además una puerta con clavos, que por más que Alec trató no pudo mover ni un centímetro. De todas maneras, no era eso lo que buscaba. Se agachó, aprovechando la poca luz que venía de la puerta, y empezó a buscar por el suelo la tabla suelta bajo la cual tendrían que estar sus partituras.
Mientras lo hacía se limpiaba las lágrimas, enojado. Tan enfrascado estaba en su búsqueda que no sintió cuando la puerta clavada se abrió suavemente y se cerró tras Gene, que acababa de entrar limpiándose las manos.

El joven genio volteó y casi se tropezó con Alec. Alarmado, se mordió la lengua y se escondió tras un arcón mirando a su ex novio. Qué estaba haciendo Alec ahí? No debería andar arriba, con Bec?
Viendo que su incursión al sótano se había visto frustrada, Gene se inclinó y le tocó un hombro a Alec lo más gentilmente posible. El relojero, alarmado al notarlo, se apartó de él unos pasos.

-Q-qué haces aquí?- le preguntó, desconfiado, pues tenía bien presente que Bec no quería que hablara con Gene. Pero el otro sólo sonrió y se limpió algo de polvo.
-Te iba a preguntar lo mismo, Alec. Estás buscando alguna cosa...? Yo busco un arcón de ropa que me dejé cuando aún vivía aquí.- Oh no, no debió decirle eso. Gene se arrepintió pronto, pero Alec no parecía sorprendido... así que sí lo recordaba? Eso complicaría un poquito su plan.
-Oh.... lo siento, Gene, llévalo. Es tuyo de todas maneras- suspiró el relojero, que se sentó con aire abatido. Gene se arrodilló a su lado, curioso.
-Qué pasa?-
-...Nada.-
-No me nadees, ratoncito. Dime qué te pasa.-
-Tuve un... altercado con Bec. Es por lo de mis esferas... él las rompió...- le respondió finalmente Alec, tratando de no llorar de nuevo. No ahora que tenía una solución. -Vine aquí a buscar las partituras de mis tonadas, para volver a armarlas...-

Gene tomó una tabla del suelo y la quitó. Dentro había una caja plateada, pero deslucida por el tiempo. Alec, sorprendido, la puso en sus rodillas y la abrió. Estaba llena de partituras, canicas, plumas... Parecía el tesoro de un niño. El genio le tocó un hombro e indicó la salida con la cabeza.
-Vamos a armar esas esferas, Alec? Como igual tengo que hablar contigo, supongo que no te importa si te ayudo.-

( >___> Geeeeneeee....)


Bec siguió su camino...y siguió y siguió hasta que se calmó.
-Demonios...- Cayó en cuenta de todas las cosas que le había dicho, aunque en francés, eran hirientes. Y además esas esferas... Esta vez si que la había regado. Tenía que hacer algo para contentarlo pero no sabía que.
No podía reemplazar las esferas, eran únicas. Así que tendría que pensar bastante en algo que darle o hacer...Iría en una búsqueda!
Asintió para si mismo con el ceño fruncido y emprendió el camino hacia su plan.

Mientras tanto, en otra parte de aquella ciudad, un joven inglés terminaba de acomodar algunas cuestiones en su nuevo hogar. Ya había estado allí por algunas semanas (?) y hasta tenía trabajo. Pero no todo era tan bueno.
Sabía que él y su novio estarían bien, pero no podría decir lo mismo de su cuñado y su hija. Ellos también habían venido a la ciudad para comenzar de nuevo, pero luego de aquella terrible tragedia, sabian que necesitarian mucho más que la determinación.
-Franz, tienes hambre?- Gritó desde su habitación. Él trabajaba en una panadería, mientras conseguía algo mejor, y hoy era su día libre. Ahora se acercaba la hora del almuerzo y presentía que le tocaría cocinar algo.

(dejemos a Gene y Alec tranquilos <3 te aseguro que Gene no va a hacerle nada malo :3)

Franz estaba en su consultorio improvisado, arreglando cosas alrededor para que pareciera como de médico. Ya tenía hasta una maqueta anatómica de las que indicaban huesos y músculos. Era de segunda mano y la verdad no la necesitaba, pero le daba al lugar un aire como más serio.
Escuchó la pregunta de su amado y su estómago le rugió convenientemente.
-Sí, muchísima!!- le respondió con una sonrisa, guardando jeringas y frascos con píldoras en unos estantes.

En la ventana estaba colgado su letrero de médico general. Iba a oficiar de visitador hasta que encontrara un empleo más fijo en un hospital o algo así. Le gustaba ayudar al pueblo, sin embargo, porque se sentía bien poder ser útil de nuevo fuera de la guerra.

Nathan terminó lo que estaba haciendo y se dirigió a la cocina, para comenzar a hacer el almuerzo.
-Fraaaaaanz! Amm...Has sabido algo de Otto?!- Le gritó desde la cocina, algo nervioso acerca de la pregunta.
No queria comenzar su nueva vida con el pie equivocado, pero simplemente no podía ignorar a la familia de su novio y más aún en circunstancias tan adversas.
-Deberíamos decirle a tus padres que vengan a vivir con nosotros?!- Preguntó. Con tanto alboroto no sabía bien cuales habían sido las decisiones de aquellas personas, y a veces dudaba que Franz tuviera la vista clara en algunas cosas. Claro, que no le habia preguntado nada en el tiempo que habian estado allí, no quería presionarlo más de lo que estaba.

El médico se dirigió a la cocina al oír las preguntas de su novio, sentándose a la mesa con un suspiro abatido.
-No... la verdad no. Sólo puedo esperar que tanto él como mi sobrina se encuentren bien... y que no haga ninguna tontería. Otto tiene un carácter fuerte y ahora está muy tenso, no veo venir nada bueno de ésta situación... Por lo de mis padres, creo que debemos esperar un poco a que tengamos más estabilidad económica para pedirles que vengan aquí. Sí me gustaría tenerlos a mi lado, pero no hay que precipitarse.-
Se levantó para quitarse los nervios de encima, y caminó hacia Nathan para ver qué estaba haciendo. Mmm, olía delicioso!
-Me dejas probar un poquito?- le pidió esperanzado, no queriendo esperarse al almuerzo.

Nathan siguió picando las verduras, para tenerlas listas para el estofado que estaba hirviendo rápidamente para la hora de la comida.
-Yo se que apenas ganamos para mantenernos los dos, pero en realidad siento que te hace falta algo, Franz.- Le dijo, dejando el cuchillo y sosteniendole la mano.
-Y nada de probar antes de comer, se te quitan las ganas.- Le dijo, sin tiempo de darle una sonrisa, ya que su mente todavia estaba muy contaminada con preguntas y preocupaciones.
-Ya casi es hora de almorzar de todas maneras...- Lo dejó ir y se volteó a los vegetales, poniendolos en la cazuela.

-Oww... ok- suspiró Franz, yendo a sentarse de nuevo a esperar pacientemente por la comida.
Se abstuvo de comentarle a Nathan que se sentía preocupado por sus padres. Ellos habían vivido solos, sabían cómo, pero hace mucho que no tenían que.
Sin embargo, por más de que Franz se muriera por poder cuidar nuevamente de sus padres, sólo lo haría todo peor si los hacía mudarse así a la ciudad sin seguridad de poder mantenerlos.
-No te preocupes, sí, Nate? Sólo será cosa de esperar unas semanas, verás cómo consigo trabajo que me permita traer a mis padres. Y eso si es que quieren mudarse, porque en esa casa han estado toda su vida...-

-Si...yo se, pero igual...- Suspiró, dejando lo que estaba haciendo para apoyarse en el contardor, dandole la espalda a su novio.
-Yo se, pero que tal si les pasa algo...- Con solo pensar en esa casa y en lo que pasó ese día, le daban escalofríos. No se podría perdonar si algo asi le pasaba a sus futuros suegros, que lo habían tratado como a un hijo.
-N-no importa, no me hagas caso, Franz.- Tomó el cucharon y siguió cocinando. Una pizca de sal por aquí, otro vegetal por allá, cosas minimas mientras se cocinaba la carne.
-Solo preocupemonos por sobrevivir mientras tanto. La renta se vence mañana, amor.- Dijo, todavia sin mirarlo. Las ganancias de la guerra no habian sido muchas, solo le quedaban un par de monedas y su trabajo pagaba dentro de 1 semana más.

(segun yo ha pasado casi un mes 8D o mas, no recuerdo, creo que como 1 y medio)

(sips, es como un mes or so)

El médico apoyó la cara en una mano, algo apenado por estar preocupando a su novio. Pero si le decía los problemas que tenía en mente, sólo empeoraría las cosas. Era mejor guardárselo para cuando todo fuera mejor.
-Ah, la renta... Pues... deja que salgo hoy, sí? Tengo un par de consultas por visita en agenda, y probablemente vengan a consultorio así que.... Si descuento lo de la comida...- Se puso a hacer cálculos, concentrado, descubriendo que le faltaba por poco para pagar. Pero decidió no decir más.
Prefería observar cocinar a su novio. Si no lo ayudaba era porque Franz no era exactamente el mejor cocinero del mundo. Temía quemar el agua y que tuvieran que empezar de nuevo. Pero le encantaba ver la concentración de Nathan, le parecía muy... lindo. Claro que no estaba en situación de pensar algo así, pero no podía evitar darse cuenta. Sonrió para sí, decidiendo que vendería alguna de sus cosas y pagaría con eso la renta. Nathan no tenía por qué enterarse.

Nathan oyó a su novio hacer cuentas mientras movía el estofado. No era tonto, sabía bien que todavía faltaría dinero para pagar y para mantenerse viviendo un par de semanas más antes de su pago.
"Tal vez si vendo algunas de mis cosas...Franz no tiene porqué enterarse..." Pensó, tomando dos platos y comenzando a servir. Sirvió tambien cubiertos, vasos, y una jarra de jugo de pera que la vecina amablemente les había regalado.
Nathan se sentó a la mesa con una cara pensativa, tomó la cuchara y comenzó a comer, pensando en las cosas que podría empeñar.
De hecho, había oido en alguna parte que las piezas que llevaba en la pierna le habian salido algo caras al ejercito...tal vez si las vendía, tendría para bastante tiempo.
Dio un gran suspiro, y al darse cuenta de ello, trató de volver a la normalidad. -Ah...Te gusta?-

(owww <3)

Mientras comía, Franz pasaba lista mental de sus posesiones. Cosas vendibles... Tenía un par de joyas por ahí que no había considerado, cosas viejas halladas en un arcón del ático de la casa de sus padres. Como tenían tanto tiempo que nadie sabía a quién pertenecían, el alemán supuso que no habría daño en venderlos.
Comió pensando en esas cosas, sutilmente distraído por el delicioso sabor del estofado. Al preguntarle Nathan, se volvió a verle y sonrió.
-Si ya casi he terminado es porque está delicioso, Nate. No sé cómo lo haces! Yo no puedo ni cortar verduras- le dijo como disculpa, bebiendo algo del jugo. Mmmm. De dónde habría salido ese jugo?

Nathan le sonrió a su amante y volvió a la comida.
-Umm, Franz, saldré en la tarde, espero que no te moleste.- Le dijo, tomando un poco de su jugo, sin mirar al otro a los ojos.
-Ah y, mañana es el cumpleaños de mi padre, creo que iré solo. No creo que quieras acompañarme luego de lo que pasó la última vez, jaja...-
De hecho había sido terriblemente vergonzoso para Nathan. Cuando abordaron el tren hacia la capital, fueron a quedarse donde los padres del chico y de paso a presentarles a su novio. Bueno, ellos no se lo tomaron tan bien como esperaba, y acabaron en un festín de sarcasmo e insultos.

-Ah, descuida! Ve, no te preocupes. Y de todas maneras mándale mis saludos a tu padre.-
Era perfecto! Mientras Nathan estuviera fuera, él iría a empeñar esas joyas para quitarse las deudas de encima. No tenía pierde.
Era una lástima que no se hubiera llevado bien con la familia de Nate, pero no todo se conseguía en la vida. Y eso realmente ahora no importaba. Lo que importaba era pagar la renta y hacer el mercado.
Franz terminó su comida, llevando a lavar su plato y vaso.
-Deja que yo lavo las cosas, sí? De todas maneras tú cocinaste- se ofreció, remangándose y dejando correr el agua para llenar una batea que tenía ahí. Era una manera de ahorrar.

Nathan terminó su comida y le sonrió cuando se ofreció a ayudarlo. -Gracias...- Le dijo, levantadose de la mesa y yendo al pequeño baño del apartamento para lavarse los dientes. Cuando terminó, regresó a la cocina y abrazó a su novio por detrás, besándole juguetonamente la oreja.
-Voy a salir, si? Enseguida vuelvo.- Dijo, plantándole un beso en la mejilla y luego otro en los labios, el cual duró un poco más que el anterior.
-Por favor, cuidate. Y...- Hizo una pausa. -No, nada. Te amo.- Le dijo, separándose y saliendo por la puerta antes que notara algo sospechoso.
Iba directo al mecánico de la ciudad para estimar el precio de sus piezas, y tal vez luego iría a recoger una muleta que daban gratis a los soldados heridos en la guerra.
Pero en medio de su camino, se encontró con alguien que pensó que no volveria a ver.
-Amm...Bec?- Preguntó, recibiendo una sonrisa del otro.
-Ah, eres aquel chico soldado del doctor.-
-Así es. A que ibas?- Dijo el francés, no queriendo hacer una conversacion larga.
-Ah nada...espera, Bec, eres mecánico, cierto? Dime, esto cuanto puede valer?- Le preguntó, mostrándole la pierna de metal. Bec se arrodilló para ver el trabajo mejor, el cual le pareció extraño.
-Espera...- Puso en su cabeza la cinta que tenía varios instrumentos, haciendo caer su amplificador en su ojo. Ahora si podía ver que era lo extraño de todo eso. No podía perderlo. -Esto...esto es trabajo de Alec. Lo sé por como los cables de inyección y los presuradores están conectados. Si miras...aquí, justo aquí, estos cables se conectaron primero que estos otros en la pantorrilla...Esto es maña de un relojero, de nadie más.- Bec sonrió más pacíficamente, lo cual sorprendió a Nathan.
-Amm...si señor, pero acerca del precio...-
-Ah si, pues...Son muy valiosas. Más que todo porque están intactas, el trabajo es impecable...Sacarás mucho de esto. No, un momento.- Dijo, poniendose de pie. -Vas a vender esta obra de arte?! En que estás pensando chico?! Si necesita dinero, sólo trabaja para mi! Acompáñame!-
No era que a Bec le gustaba trabajar con alguien, sino que esta vez lo necesitaba.
Nate se vio arrastrado por el mecánico, algo aliviado de tener otra opción que renunciar a su pierna...mecánica, pero su pierna al fin.

Franzz devolvió con gusto los dos besos a su novio, despidiéndolo con la mano y volviendo a los platos. Luego de al menos media hora, al tener ya toda la vajilla limpia, la guardó cuidadosamente en los estantes y salió poniendo buen cuidado de no hacerse notar. En el bolsillo llevaba las joyas que iría a empeñar. Calculaba que si conseguía encontrarles buen sitio, le daría para pagar la renta de al menos tres meses...
Y no se equivocaba. Salió silbando de la tienda con el bolsillo lleno de dinero y una sonrisa, sin percatarse que tras de él tres niños pandilleros le echaban el ojo.

***

En la torre de Alec, que seguía dando la hora con fuertes campanadas, los dos relojeros trabajaban en la cocina. Alec escuchaba lo que Gene tenía que decirle algo intrigado, pues aunque el otro hablaba mucho y bromeaba parecía que no le estuviera diciendo nada. Hasta que el genio se bajó los goggles al terminar de soldar un par de piezas.
-En resumen, ratoncito, quiero que seas paciente con Bec y que lo quieras mucho. Puedes? Shushhh no me tienes que contestar! Es cosa de que lo tengas en mente!- Tras eso, volvió a su trabajo con rapidez. Las esferas de música no se hacían solas.

(Geneeee eres malvado! Pero te perdono por ahora porque no los estas separando...)

Bec se llevó al chico a la casa de madame Dupont, en donde estaba su recompensa. Entró a la casa como si fuera de él y comenzó a coquetear con las maids. -Bien, estamos aqui. Si me ayudas con esto, te doy la bolsa de oro que madame Dupont guarda en la gaveta de sus pantaletas.- Como lo sabía? Bueno, porque había dormido con ella hace años, that's why.
-Yo me quiero quedar con otra cosa, pero necesito que distraigas a las jovencitas.- Le susurró, acariciando a una en la retaguardia. Las chicas reian timidas, habiendo oido historias del gran Bec, por parte de su patrona...más que todo para advertirlas que no se acostaran con él.
-Pero! Pero! Señor Bec...yo...Yo tengo novio!- Le susurró de vuelta, algo sonrojado.
-Pss, no quiero que las lleves a la cama, solo se elegante y diles que te muestren por alli. Yo iré por el botin y listo!... Bueno, preciosas, pueden hacerme un favor?- Les dijo, en su mejor tono de caballero.
-S-si, claro! Jijiji!- Respondió una, acercandose más a él.
-Qu bien...Verán, este es mi amigo...eemm... el señor Rupert Olivero, el hijo del conde Olivero. El chico es muy tímido y quería visitar la espléndida mansión de la señora, y quería que lindas jovencitas como ustedes le mostraran la casa~- Dijo, tomando la mano de una de las doncellas y besándola con ternura. Las chicas se miraron entre si, con el mismo pensamiento: "Un hijo de un conde!"
-Pero! Pero! Señor Bec! Yo...-
-Ven lo tímido que es? Vaya mi señor, diviertase un poco...recuerde que su padre me dejó por tarea encontrarle una esposa...-
Ese comentario bastó para que las doncellas se pusieran a su alrededor y lo llevaran alegres al jardin, formando un escándalo.
-Perfecto...- Dijo para si, escabullendose a la parte de arriba.

(para nada~)

Luego de un breve diálogo y una persecución, el médico había conseguido refugiarse en casa sin que le quitaran el dinero. Pudo oír a los tres niños rezongando fuera, pero tras un rato se fueron. Aliviado, Franz suspiró y fue a buscar alguna pastilla en su consultorio que le quitara el dolor de cabeza.
El estrés de haber corrido, probablemente. El médico se quitó las gafas, frotándose los ojos para espantar el dolor. No podía darse el lujo de caer enfermo ahora que tenían encima tantos problemas. Eligió cuidadosamente una aspirina y se la tomó sin agua, porque no la necesitaba. Luego de guardar el dinero en la caja de los ahorros, feliz de verla relativamente llena, fue a tomarse una siesta para que la pastilla hiciera efecto.

~Una hora después~

-Señor Bec!! Que demonios?!- Preguntó el chico, mientras corría por su vida detrás del mecánico. -Hah...No dijo que pasaría esto!-
-Silencio! Corre!!- Bec llevaba al hombro un saco lleno de presentes de la casa de madame Dupont...mientras su nuevo amigo distraía a las inocentes doncellas.
-Ladrón!!- Gritó uno de los guardias, que lo perseguía con un rifle.
Bec, mientras corria por las calles, entre la gente, buscó en el saco una bolsa llena de monedas, que le tiró al otro.
-Toma tu paga! Tu ve por la izquierda, ya!- Apenas terminó la frase, corrió por el callejón de la derecha.
-Que?!-
-Au revoir!- Gritó, desapareciendo detrás de un edificio.
Nathan se desesperó y siguió sin mirar atrás, un poco menos asustado, al no oír al guardia con sus gritos de amenazas. Calmó el paso y miró hacia atrás, solo observando gente que iba a sus destinos. Franz miró la bolsa y se dirigió a su casa, con una gran sonrisa de victoria y con su corazón latiendo a mil.
"Dios mío... Acabo de robar algo! Bueno...sólo ayudé, pero ayudé a robar!" Entró por la puerta, todo despeinado y sudado, sin soltar las monedas.
-Fraaaaanz! Y-ya llegué!- Dijo tentativamente, sin saber si su novio estaba en casa.

El doctor estaba bien dormido, pero la voz de su novio lo despertó. Se levantó bostezando, aún con algo de dolor de cabeza pero nada de cuidado.
-Aquí estoy, Nate!- confirmó, rodando un poco en la cama. -Me estaba tomando una siesta... Cómo te ha ido?-

Si no se levantaba para ir a verle era porque se sentía algo mareado. Producto de la falta de sueño, de seguro, nada grave. Franz jaló una almohada y la abrazó, gustándole sobremanera la tela fría en contacto con su cara. Era refrescante, aunque no hacía calor, y siempre una sensación placentera... Como cuando, al estar en cama, se movía un poco hacia la parte fría de las mantas que no había tocado. Esos pequeños placeres de la vida eran los que más disfrutaba ahora que no podía permitirse mucho lujo.